¡Quien tiene la fuerza, tiene la responsabilidad de
administrarla proporcionalmente!
Hay que contener las emociones para proteger las
libertades que tanto ha costado conseguir y poner todo el empeño en resolver
los problemas.
Puede que sea muy placentero “hacer lo que te pide el
cuerpo”, y hacerlo porque creas firmemente que tienes toda la razón, pero no
siempre es recomendable. Y menos cuando lo que quiere tu adversario es que le
des motivos para hacer todo lo que quiere, y puede hacer. Actuar así sería
comportarse de forma muy torpe.
Puede que sea decepcionante para muchos, pero lo más
inteligente es actuar para dificultar al
máximo que el Gobierno pueda aplicar “todas las medidas” que está deseando
aplicar.
Puede que la EU haya decepcionado en la defensa de los
Derechos Humanos y la democracia. Puede también que el PSOE y el PSC hayan
decepcionado a algunos, pero tienen la llave para permitir un “posible cambio a
mejor” en España para todos. Es un gran error confundir a los ciudadanos con
las directrices que les dan los dirigentes de los partidos. Empeoran la
situación las declaraciones de algunos “dinosaurios” que ya no tienen poder
real dentro de los mismos y hacen declaraciones incendiarias, contrarias a lo
que conviene a la mayoría: paz, progreso y mejora de las instituciones que los
garanticen durante muchos años.
La resolución de los conflictos no tiene porque
decantarse automáticamente a favor del que tiene razón; sino que suele hacerlo
a favor del que tiene el poder de aplicar la fuerza de represión. Sería bueno
recordar que por muy mal que estemos, siempre podemos estar peor y que a veces
hay que pactar con el Diablo y votar con la pinza en la nariz, para conseguir,
a medio o largo plazo, objetivos mejores y más duraderos. Sobre todo si el
adversario político tiene suficiente poder y está dispuesto a usarlo para
infligir mano dura a muchas personas. Los héroes sólo salen en los libros de
historia que redactan los ganadores de los conflictos, pero son las familias de
todos los ciudadanos los que sufren las consecuencias de sus actos. Los
hiperventilados deberían recordar que lo de “¡Cuanto peor mejor!” no ha
funcionado nunca.
Algunos intelectuales que lucían la etiqueta de progresistas
parece que han bendecido la represión de la GC y PN en el 1-O o han hecho mutis
por el foro. Ni se inmutan cuando algunos españoles están tratando a los
catalanes como extranjeros, o como esclavos que quieren escaparse de la
plantación y gritan ¡A por ellos…! para que los garantes de la ley los
capturen, castiguen y vuelvan a encadenar.
No será bueno para nadie que alguien intente derrotar
la legalidad y menos que quiera terminar con la paz social. Tampoco traerá nada
bueno que alguien albergue la tentación de querer humillar públicamente a la
sociedad catalana, porque hay por lo menos dos millones de catalanes que se
atrevieron a desafiar los golpes de la GC y la PN; y esperemos que algún grupo descontrolado
no decida ir más allá dependiendo de cómo actúe el Gobierno, si decide dar
carnaza a esos que desean una humillación de los independentistas.
Quien piense que facilitar el traslado de empresas desde
Catalunya hacia Madrid puede favorecer a la economía española en contra de la catalana
no entiende la realidad económica española. Haría bien en enfriar su boca y
aprender más sobre el tema.
Parece que estamos saliendo de una crisis que nos ha afectado
a todos (a unos más que a otros). En estos momentos, alegrarse o delectarse del
mal que pueda infligirse a los catalanes es una insensatez, porque perjudicando
a la región que genera más del 20% del PIB de español, se está disparando a su
pie, por no decir algo más arriba.
Los seguidores incondicionales del independentismo
deben saber que ganar
la batalla de la propaganda no equivale a ganar la guerra. Durante
los próximos años será
prácticamente imposible que el Gobierno central consiga revertir esa situación y
lo más probable es que el relato independentista siga saliendo victorioso tanto
dentro como fuera de Catalunya y de España. Ya ha impuesto su lenguaje al
resto de España y, así, los medios de comunicación nacionales
contraponen "el Gobierno de España al Govern de la Generalitat" (como
si Cataluña ya no formara parte de España) e incorporan a su lenguaje el
"derecho a decidir", la "desconexión"; el "Procès";
etc.
En
el relato económico anti-independentista suele afirmarse que Cataluña fuera de España no sería viable. ¡Eso es pura
retórica!. Numerosos estudios de expertos a nivel internacional afirman que sería
totalmente viable y además, con el tiempo y las heridas cicatrizadas,
volvería a la Unión Europea. Pero nadie
habla del “paso del Ecuador” hasta llegar a esta tierra prometida, después
de haber encajado durante al menos un decenio unos costes muy elevados que
le vendrían por una triple vía:
1)
La fuga de capitales y de empresas que trasladarían su sede social a otros
lugares de España o del resto de Europa para poder así acceder sin trabas al
mercado europeo de 510 millones de consumidores;
2)
La carencia de una moneda propia en el mejor de los casos (o el nacimiento de
una moneda catalana en el peor) y,
3)
Un fuerte aumento del desempleo y una gran bajada de los salarios (para compensar
la pérdida o dificultad del acceso directo a sus mercados principales (España y
UE).
¿Cuántos
ciudadanos catalanes, aunque estén totalmente desafectos del comportamiento de
los Gobiernos de España y de algunos partidos españoles, están decididos a
sacrificar los próximos 10 o 15 años de prosperidad cíclica que se avecinan?
El
general de la tropa, antes de clavar las espuelas en el caballo y decir
¡Adelante mis tropas!, haría muy bien en mirar atrás, aunque sea de reojo y
cerciorarse de cuantos y quienes les siguen; y de que fuerzas tiene a su
disposición para asegurar la efectividad de la declaración que quiere realizar.