miércoles, 30 de agosto de 2017

Mareados y despistados, pero repitan: ¡España va bien!

España tiene una tasa de paro del 17,2% y casi dos millones de puestos de trabajo menos que en 2007. Por eso, el Ministerio de Economía priorizará la creación de empleo y “normalizar” el comportamiento de los salarios. La traducción de esta ambigua expresión supone frenar las subidas de salarios. Partiendo de la contabilidad nacional elaborada por el INE, dicen que la remuneración salarial medida en términos reales, descontada la inflación, ya ha recuperado el nivel de 2007: un promedio de 34.280,5 euros al año hace una década, frente a los 35.109,2 actuales, que suponen una ganancia de 2,4 puntos de poder adquisitivo. Aunque esta última cantidad todavía está lejos de los 36.841,9 euros que se marcaron en 2009, antes de que los salarios reaccionaran a la crisis que había comenzado un año antes.
La encuesta trimestral de coste laboral muestra una reducción de poder adquisitivo de 2,5 puntos respecto a 2007 e, incluso, un retroceso de 2016 respecto a 2015, años ambos en que la economía y el empleo han crecido a velocidad de crucero. Y en la misma contabilidad nacional, el peso de las rentas salariales ha perdido dos puntos en una década, de suponer el 49% del producto interior bruto al 47%. 
Según Guindos, la crisis llevó a una moderación salarial con el objetivo era parar la destrucción de empleo. Ahora es el turno de la normalización de los salarios y en aquellos sectores en que las cosas vayan bien, los sueldos pueden subir más que allí donde las empresas todavía tienen problemas.
Guindos (Economía) habla de “normalización” sin fijar cifras o aclarar si esto supone subidas medias por encima de los precios; Fátima Bañez (Empleo) dejó claro en julio que un incremento con una banda entre el 1,2% y el 2,5% para 2017 le agradaba.
Estas son las declaraciones ambiguas de los responsables políticos, pero los que realmente crean empleo productivo son las empresas y hay que tener en cuenta que en España se están dando tres fenómenos que se dieron diferidamente en el tiempo:
1) La entrada en falso en el euro: nunca jamás España debió haber entrado en el euro ni cuando entró ni como entró. A España se la metió en el euro porque le convino al capital y a la banca del Área del Marco, pero España (al igual que el resto de los PIIGS) no tenía el nivel de productividad suficiente para hacer frente a una moneda única. Parte de desempleo estructural y del derrumbe salarial actual son consecuencia de aquella entrada que muy pocos denunciaron en su momento.
2) La entrada masiva y sin control de una inmigración que en la mayoría de casos sirvió para rebajar costes laborales y que en numerosos casos fue explotada sin que casi nadie denunciara nada. Parte del desempleo actual se debe la fracción de aquella inmigración que no ha regresado a sus países de origen y que hoy se halla desempleada.
3) La crisis que, aunque está afectando a todo el planeta, en proporción afecta más a las economías que menos preparadas se hallaban para hacerle frente. La española, desde el siglo XVIII, con un modelo productivo basado en el bajo valor añadido, con una elevada estacionalidad, con una dependencia exterior enorme, y con una productividad que solo mejora a base de recortar plantillas.
Los políticos, que jamás hablan de Historia, están vendiendo otra cosa, entre otras razones porque saben que una gran parte de la ciudadanía tiene poco, o nada, donde escoger.
Desde la restauración que puso fin a la I República, gobiernos y políticos españoles se empeñan en proclamar, adecuando el discurso a cada momento, que las cosas en España van bien y que mejor van a ir. Luego, cuando la realidad ha mostrado otra cosa, se disimula o se aprovecha cualquier suceso para desviar la atención del currito de a pie que se distrae poniendo velas y flores o asistiendo a manifestaciones aprovechadas por los políticos para desviar la atención y repetir que ya pasó la crisis y solo tenemos alguna dificultad que nos viene de fuera.
Como en todos los países en España entramos en una Nueva Normalidad en la que la desigualdad, la pérdida de importancia del factor trabajo, la tendencia hacia los oligopolios y una deuda creciente e impagable, ya han empezado a ser la norma, solo que en España las cosas van a ser peor debido al enorme atraso tecnológico español y al elevadísimo exceso de oferta de trabajo existente.
Los políticos dirán lo que quieran y la ciudadanía volverá a votar lo que considere conveniente. Y por enésima vez, las ¿soluciones? nos vendrán dadas desde fuera, como pasó con el euro. Y aquí, al final, calladitos y con buena letra a hacer lo que nos digan. Como siempre.
Eso sí, la última palabra, en mi casa, la sigo teniendo yo…