jueves, 24 de agosto de 2017

Vuelta a la normalidad

Pasado el shock del atentado de Barcelona, las aguas vuelven paulatinamente a su cauce y nos encontramos con que los problemas siguen estando ahí, esperando ser resueltos. Los habíamos aparcado momentáneamente para relamernos las heridas emocionales de un suceso luctuoso, pero los problemas no desaparecen si nadie se ocupa ni trabaja por resolverlos.
Cada crisis sistémica produce cambios irreversibles que implican modificaciones sociales radicales; la Gran Depresión supuso el fin de la familia compacta y el paso a la familia dispersa; la crisis del 2007 va a suponer el fin de la búsqueda del igualitarismo y del crecimiento generalizado.

Es cierto que en el PIB de España es mayor que el de 2015 y que hoy hay más personas trabajando, pero esos millones de PIB han ido a parar a lugares muy concretos: hoy, con respecto al 2007, se han volatilizado en España 35 000 millones de su masa salarial; y ese trabajo tiene una estructura sustentada en la precariedad: de cada tres contratos de trabajo firmados en Mayo, uno tuvo una duración de quince días o menos.
El gobierno está optimista porque el PIB es más alto y más personas trabajan. Esa forma de medir supone cambiar de patrón asumir que la desigualdad y la pobreza de muchos trabajadores es aceptable.
El problema no reside en lo que tienen “los de arriba” sino en “lo que NO tienen los de abajo”: en España 3,3 millones de trabajadores tienen unos ingresos menores que el salario mínimo porque están trabajando menos de la jornada máxima legal. Las razones habría que preguntárselas a todos los subempleados, porque cada uno tiene las suyas: unos porque no encuentran trabajo a tiempo completo, otros porque así pueden obtener unos ingresos sin desatender sus cargas familiares, también hay quien piensa que si aceptan un trabajo remunerado “en blanco” perderán las numerosas (en número, tal vez no en cantidad) ayudas que reciben del Estado y de organizaciones benéficas, etc. 
España se está “recuperando” porque su competitividad aumenta a base de precarizar el empleo y subremunerarlo. La clase media, de la que siempre se dice que es sustento de la democracia y también de un crecimiento sostenible, cada vez tiene menos parte del "pastel" de la riqueza, una tendencia que además se repite en todo el mundo.
¿Son los empresarios españoles los más sádicos del orbe mundial? No creo. Más bien creo que una gran parte de la economía española —exportaciones y turismo son el 99%—, no tiene otra forma de lograr ser competitiva más que trapicheando, contratando y pagando lo mínimo en blanco y pagando los menos impuestos posibles.
El consumo interno, está creciendo porqué las familias están dejando de ahorrar. Parece que tenían mono de gasto y cuando el Gobierno ha dicho que ya salíamos de la crisis, se han soltado la melena, se han ido de vacaciones, han empezado otra vez a pedir préstamos y a gastar. 
En Europa parece que la frontera de desempleados ha subido hacia el 10% y el subempleo hacia el 18%. El factor trabajo es cada vez menos necesario y por tanto, con los sindicatos desaparecidos, nadie (ni gobierno ni empresarios) se siente motivado a cuidarlo. La Industria 4.0 y toda su galaxia sustentada en las grandes corporaciones, se expande ayudada por una política fiscal favorable y sin un poder sindical que contrarreste nada.
Nunca he visto que la dinámica histórica retroceda a tiempos pasados. No creo que volvamos al 2005 y menos a los años 70 del siglo pasado, cuando las expectativas individuales se creían ilimitadas; por ello es preciso paliar las consecuencias y poner a punto enseguida una RBU-Renta Básica Universal —mínima y para todos igual para evitar suspicacias y agravios—, nada que ver con el microcosmos de “ayudas para unos pocos” (subvenciones, subsidios, oportunidades de negocio, etc.) que son totalmente injustas y discriminatorias; y que los políticos se empeñan en mantener para asegurarse un voto cautivo y clientelar que les permita seguir manejando los hilos al servicio de las grandes corporaciones.