viernes, 21 de julio de 2017

Queremos debates

Los días van pasando y “Procès” catalán avanza a pesar de que el Gobierno central no para de afirmar que no llegará a ninguna parte. El Gobierno central que lo ha ninguneado durante los últimos años ya se toma el tema muy en serio aunque influye en los medios con mayor difusión a nivel nacional para que en los noticiarios se dediquen a informar casi exclusivamente de temas periféricos (¿se comprarán urnas?, ¿Las requisarán?, ¿se permitirán abrir los colegios electorales?, ¿saldrán los ciudadanos a la calle protestando?, etc.). En ninguno de ellos se tratan temas fundamentales —los que interesan realmente a los ciudadanos— y menos en profundidad. Sólo espectáculo y peleas de gallos. Lo que de verdad importa para hacer las cosas bien y para que cada uno pueda decidir con cordura cuando llegue el día en que le permitan expresar su opinión, no se toca ni de lejos. El Gobierno del estado amenaza con su gran poder para impedir que se celebre un debate en profundidad. El inmenso ruido mediático producido por los medios influidos por el Gobierno del estado (la inmensa mayoría) eclipsa cualquier información intentar aclarar las cosas. 

¿Cuantos debates públicos ha habido para que tanto los partidarios del Si a la independencia de Catalunya, como los del No —partidarios de otra modalidad de determinación política para Catalunya pero no independiente de España—, como de los de “No ir a votar” —partidarios de que todo siga igual y no se aborde el “problema”, que hoy ya prácticamente todos admiten que existe entre Catalunya y España—, contrasten sus opiniones, aporten razones que apoyen su postura, ofrezcan alternativas para resolver el problema que arrastramos desde hace años, décadas o siglos según se mire?
Podríamos pensar que con la explosión de las redes sociales —incluyendo la posibilidad de manipularlas— los debates televisivos ya no son tan determinantes como antes. O que la prensa ya no es tan fundamental para la creación de opinión que favorezca la victoria de uno u otro candidato u opción. Aún así, los debates electorales televisados, difundidos por radio, por las redes digitales, y comentados en prensa posteriormente, constituyen el espectáculo central de cualquier campaña que se precie y son esenciales para la mejora democrática en todos los comicios o consultas de cualquier tipo.
Clarificar la confusión existente es realmente difícil, sobre todo por el ruido de los que ardorosamente defienden la supremacía de un medio, convencional o emergente sobre el resto. Por más que abunde la literatura de exclusión, todos los medios son importantes y ninguno resulta determinante por si solo. Ni la prensa lo decide todo, ni la televisión es lo único que vale, ni las redes sociales condicionan definitivamente, ni por si solas, el resultado.
Cada vez hay más personas que se informan casi exclusivamente en las redes sociales donde circulan libremente toda clase de mentiras que emponzoñan las campañas, sencillamente porque no se conoce “quien” está realmente detrás de la publicación, ni su ideología o interés político, ni la credibilidad de la información que difunde. El gran enjambre de “editores freelance” que difunden infamaciones y comentarios hace extremadamente difícil contrastar los datos para discernir la veracidad o falsedad de las mismas.
Hoy en día es muy fácil de poner en práctica aquello de “una mentira repetida mil veces deja de ser mentira y se convierte en verdad”. Lo hemos comprobado con el reportaje “Las cloacas de interior” cuya difusión a través de You Tube, Facebook ha sido boicoteada. Una prueba más de que no tenemos libre acceso a toda la información que deseemos. 
Está comprobado que la apelación a las emociones y a las creencias personales influye más que los hechos objetivos en el posicionamiento del ciudadano ante una consulta. Cada comunidad o grupo social suele alimentarse de la misma información y “no sale al exterior” a comprobar la veracidad de lo recibido, sino que la mayoría de ellos difunde inmediatamente sin pudor ni comprobación, de si es verdad o no. Dado que nuestro mundo está dividido en multitud de células informativas peligrosamente incomunicadas entre si, con una retroalimentación exclusiva de “afines”, los debates televisados acabarían congregando a muchos más espectadores a la vez que cualquier otro medio y por ello serían una de las pocas ventanas de información abiertas a todos; donde todos podemos escuchar a nuestro candidato preferido con fervor, pero también tenemos la oportunidad de conocer los argumentos, desmentidos y propuestas (si las hay) de los demás. Por desgracia no abundan en las campañas oportunidades para debatir ordenada y respetuosamente, aún cuando son esenciales para que los muros de incomprensión insalvables no acaben por separar a la ciudadanía en grupos irreconciliables con graves riesgos para la convivencia, que es a lo que peligrosamente nos encaminamos. 
Los debates permitirían conocer las diferentes propuestas de cada candidato y las réplicas de los otros a las mismas. Además, se probaría la resistencia de los candidatos en situaciones de tensión. Los candidatos defensores de una u otra postura tendrían la oportunidad de tratar de impactar en la audiencia, principalmente en los indecisos, por la cercanía, la honestidad, la sencillez y el tono didáctico de sus explicaciones, por la imagen y la frescura de sus argumentaciones y por su solvencia. Ello influiría en generar confianza y esta confianza lograda resultaría determinante para persuadir al votante indeciso y hacer recapacitar al contrario.
Están en juego la participación en el referéndum, los votos, el liderazgo, la activación de las campañas, la clarificación de las campañas falseadas, la difusión de los métodos y los medios empleados por cada grupo, la retroalimentación de contenidos, la credibilidad de unos y otros.
Si no se celebran debates públicos y democráticos un buen porcentaje de catalanes seguirán perdidos dentro de un bosque de vegetación espesa y enmarañada, por el que deberán abrirse paso sorteando dificultades y trampas. En estas circunstancias, ¿harán el esfuerzo para sortear los obstáculos y llegar con ánimo hasta el día del referéndum para ejercer su derecho democrático al voto?
Si se celebraran debates con los candidatos y periodistas, con analistas y sus preguntas, con los candidatos o defensores de cada postura a solas y cara a cara —cuantos más formatos mejor—, la visualización de la importancia del referéndum se incrementaría superlativamente a nivel local, nacional e internacional; y la participación y la validez del mismo también.
¿Porqué no pedimos debates públicos cara a cara entre los defensores de cada postura?
¿Porqué no pedimos a los medios de difusión (TV3 parece que lo tendría más fácil) que programen debates imparciales que nos informen de lo que realmente nos interesa a la ciudadanía?
Nosotros saldríamos ganando y ellos también. Los catalanes tenemos derecho a conocer todo lo que se pueda para comparar entre candidatos, entre posturas  y entre propuestas para poder tomar nuestras decisiones. Entre unos y otros, NO nos quiten nuestro “derecho a informarnos, a elegir y a decidir”.