lunes, 30 de octubre de 2017

Despertando del sueño

Estamos solos, como títere sin cabeza. El Govern está cesado, el Parlament disuelto y los dirigentes llevan tres días callados después de proclamar de palabra la República Catalana.
Ayer domingo, una gran multitud defendió la unidad de España en Barcelona. Un pequeño grupo de extremistas de ultraderecha dejaron su anecdótico sello, atacando Catalunya Radio, una escuela e incluso a los Mossos en la puerta de la Generalitat. La manifestación se desarrolló ordenadamente y sin incidentes. Como siempre sucede, para la organización asistieron cuatro veces más personas que para la Guardia Urbana. Siempre sucede que todos están orgullosos de “lo suyo” y lo valoran con sesgo positivo, aunque un observador que intente controlar los sentimientos y ver objetivamente las cosas sabe que las calles tienen un determinado número de metros cuadrados de superficie y que pueden acoger sólo un máximo número de asistentes; a no ser que hagan piña como en las celebraciones castelleras. Lo verdaderamente importante es que la pregunta ¿Cui prodest? ¿A quién conviene más la fractura social en Catalunya? siempre queda sin respuesta para la mayoría de los ciudadanos.
Los unionistas suelen repetir que cientos de miles de catalanes se han vuelto locos los últimos cinco años pidiendo primero que se pueda ejercitar el “derecho a decidir” y luego la independencia. Aunque se repita cientos de veces, en decenas de medios de comunicación, es algo difícil de creer. En todo caso, si algunas mentes perversas hubieran inyectado el virus de la locura a cientos de miles de catalanes (37%), al mismo tiempo que dejaba perfectamente cuerdos a otros cientos de miles (30%) y anestesiados a los demás cientos de miles (33%) ¿Qué pretendían conseguir estas mentes perversas que inyectaron el peligroso virus? Piensen. Piensen, que pensar es gratis, Aunque requiera un esfuerzo por su parte, encontrarán la recompensa.
Según los que se creen cuerdos, estas mentes perversas inyectaron el “virus indepe”—adoctrinando en las escuelas y “construyendo toda una ideología tóxica y una historia edificada exclusivamente sobre mentiras”— y provocaron que, alrededor de dos millones de infectados (la mayoría de ellos hace muchos años que dejaron la escuela), salieran a manifestarse durante cinco años seguidos y votaran en las elecciones a favor de una quimera. 
Si escuchamos a los separatistas, el plan que presentaron los oradores de la manifestación del 29/10/2017 convocada por SCC con apoyo de PP, Cs y PSC para preservar la unidad de España, tenía un objetivo muy claro: someter Cataluña a un proceso de desnacionalización, una especie de esterilización identitaria y folclorización cultural que erradique para siempre el virus separatista. Un ministro ya dijo que era necesario “españolizar a los niños catalanes”.
En la manifestación, los “vivas” a España, a Catalunya, a la Policía Nacional, a la Guardia Civil y al Rey, se alternaron con otras consignas como “¡Esta es nuestra policía!” (se referían a la GC y la PN, no a los Mossos), “¡Puigdemont a prisión!”, “¡Trapero cabrón, a prisión!”, “¡Votarem!”, “¡Yo soy español!” o “¡Barcelona es española!”, “¡Estas calles también son nuestras!”, “¡TV3, manipuladora!” (¿Qué hacen TV1?), etc.
La Policía nacional Twiteó: “Defenderemos el Estado de Derecho y la legalidad por todos, por la unidad y sensatez”. La masa aplaudía y levantaba las banderas cuando sobrevolaban los cinco helicópteros, cinco, de la GC y PN. El sentimiento principal de los asistentes podría resumirse “Todos unidos-Catalunya es España”; aunque podrían detectarse bastantes matices mas. Asistían una inmensa mayoría de castellano-parlantes. Muchos de ellos ondeaban, y algunos cubrían sus espaldas, con banderas españolas (todas constitucionales, sólo alguna con toro). También había algunos que llevaban “senyeras” pegadas a una bandera española y muchos corazones tribandera (Cs).
Aparte de lo vistoso y de las emociones que en cada asistente pudiera provocar el evento, resulta sorprendente cómo puede hacerse un discurso de la "concordia" cuando se acusa al otro bando de "racismo identitario" (Paco Frutos, partidario de Bashar al Asad) o de "golpistas" (Carlos Carrizosa). También resulta sorprendente intentar buscar “complicidades” y “concordia” entre todos los catalanes, cuando se acusa a los medios que tienen una línea editorial no coincidente con la de los organizadores, de "sembradores de odio" (Josep Borrell sobre el ARA). Como siempre, no se evalúa la posible implicación en la tarea de adoctrinamiento o “siembra de odio” que puedan efectuar los medios de comunicación de amplia y casi única difusión en toda España. Según los unionistas, todos ellos cuentan la verdad y opinan según una rectitud moral fuera de toda duda. 
Cuando alguien me dice que los malos, incorrectos o tendenciosos son siempre los “otros”, no puedo más que pensar que no me están contando toda la verdad; que me están vendiendo un discurso partidista. La vida me ha enseñado que siempre hay varias aproximaciones a los hechos y que el mapa nunca describe fielmente el territorio.
Todos podemos expresar nuestra opinión y defenderla con argumentos. Se puede defender que los independentistas son todo esto o cosas peores, pero si realmente se quiere sumar, lograr concordia entre todos, y alguien se piensa más razonable y en poder de más verdad que los independentistas, entonces no debería decir que se está a favor de la convivencia; porque nadie quiere convivir con un racista o un golpista. Tal vez la pretendida “concordia” sólo sean palabras. Tal vez, cuando algunos dicen “Catalunya es España”, lo que piensan es “Catalunya es propiedad de España”; y cuando dicen que los “catalanes son españoles”, lo que sienten es “los catalanes son súbditos del Reino de España”. ¿Será que los “líderes del movimiento nacionalista español” aspiran a diluir los avances en el autogobierno de Catalunya, obtenidos en cuatro décadas de gobiernos catalanistas?. ¿Pretenden arrasar el más preciado de todos: el modelo de escuela catalana inclusiva, que muchos de los asistentes ayudaron a construir y consolidar; y seguidamente todo lo que conforma los atributos nacionales de Catalunya?
En los últimos años, independentistas y unionistas se han hartado de usar sinónimos, de tergiversar el significado de las palabras, de ocultar verdades o directamente de mentir a la ciudadanía. Unos y otros “incitadores” han excitado los sentimientos de los ciudadanos hasta niveles difíciles de soportar y hasta puede que peligrosos. Algunos se consuelan con que el independentismo ha conseguido que el resto de españoles se sientan más unidos. Si lo que les ha unido es ir contra los “catalanes desafectos” vamos mal. Muy mal. Así no se consigue unión sino dominación. 
Borrell pidió a todos los manifestantes: “Iremos a votar, no como buitres que se comen un cadáver, sino como ciudadanos que saben que pueden hacer historia con su voto”. “Hacer historia” es otra de las palabras que últimamente están muy devaluadas, porque “días históricos” (y sin resultados o con resultados negativos para la ciudadanía) hemos vivido demasiados.
Urge que todos los catalanes despertemos de una vez, cambiemos rápidamente el chip y bajemos a la tierra (muy embarrada, por cierto) para defender nuestras legítimas ideas políticas, rebajando las emociones y aumentando el seny (cordura). Será muy difícil hacerlo porqué la excitación es máxima, pero es absolutamente necesario calmarse, meditar, valorar lo que todos nos jugamos, empezando primero por la salud, la convivencia pacífica (hay quien anhela un Ulster en lugar de una Escocia) y la economía. Tiempo habrá de hablar de todo lo demás.
Se ha suspendido la “ofensiva” por ausencia del director. Urge construir el relato de la “resistencia” para sobrevivir como nación próspera. ¿Quién dijo que la resistencia era la auténtica especialidad de los catalanes?. No digo que la resiliencia y la resistencia no sean buenos atributos, pero en estos momentos, mejor sería que nos hiciéramos especialistas en usar la cordura. Que nos hiciéramos especialistas en pedir a los que quieren ocupar los sillones del Parlament y formar Govern, que nos “clarificaran pormenorizadamente que quieren hacer con sus cargos” porque ello afectará a nuestro futuro y el de nuestras familias. Ya no nos sirven cantos de sirena con proyectos ilusionantes, pero ambiguas y nebulosos. Construir una reputación, un negocio, riqueza, estructura social cohesionada, cuesta mucho tiempo y muchos esfuerzos. Perderla, cuesta muy poco. No tenemos todo el tiempo del mundo para soñar en quimeras. Tenemos un tiempo finito para vivir, desarrollarnos y ser felices. 
Se ha visto que objetivos demasiado ambiciosos han quedado en nada bueno para nadie. Es el momento de actuar responsablemente, de plantearse objetivos razonables y abordables con un muy amplio consenso, de votar, de contarse, de aceptar el resultado democrático y de luchar para conseguir superar el bache. Por el bien de todos y sin enfrentamientos inútiles, que sólo aportan desgaste y pérdida para todos.

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