lunes, 30 de enero de 2017

El muro mejicano: la trampa del mago


La polémica del muro –ese que construyó Bill Clinton y reforzaron Bush Jr. y Obama sin que nadie dijera nada- ha hecho saltar de nuevo el miedo a una nueva “guerra comercial”. (ver anexo)
Los medios de comunicación se centran en los riesgos y el impacto de una ruptura de relaciones comerciales entre EEUU y México y no nos explican nada sobre el riesgo y el impacto que tendrá para nosotros la superalianza fiscal y comercial anglosajona (USA + UK + British Commonwealth of Nations) ni sobre las oportunidades que puede representar para nosotros. Las cifras en juego son relevantes, pero hay que tener en cuenta que EEUU exportó en 2015 a México 267.000 millones de dólares, e importó 316.400 millones de dólares. Por lo tanto, el déficit comercial con México fue 49.200 millones de dólares. Según Trump, casi 60.000 en 2016. Sobre estas cifras deberíamos tener en cuenta que:
1.- 12.500 millones de dólares vienen por importaciones de crudo. Esa cifra se ha reducido a la mitad por la caída del precio del crudo Maya y el aumento de producción local de EEUU.
2.- Casi un 40% de ese déficit comercial viene de empresas norteamericanas que producen en México y venden en EEUU.
Según esto, se puede decir que los riesgos para las dos economías son muy relevantes, nadie ganaría claramente. Otra cosa es que se renegocien los acuerdos y se llegue a una solución que sea beneficiosa para todos, que es lo lógico.

La oportunidad para Méjico

¿Saben que México es uno de los países con mayores redes comerciales con el mundo?. Cuenta con doce Tratados de Libre Comercio con 46 países y ello es una importante diferencia con otros países que tienen menos apertura comercial.
Pero la mayor oportunidad para México podría ser desempolvar la reforma energética y recuperar la producción de petróleo atrayendo inversión extranjera, concediendo licencias a operadores eficientes internacionales, fortaleciendo y abriendo Pemex a la inversión extranjera, reduciendo costes para que sea un operador de alto valor añadido y mayor productividad.
No hay mal que por bien no venga, y un susto como este episodio debe ser una oportunidad para reactivar procesos de mejora de la economía, aprovechando la gran ventaja de los tratados comerciales ya firmados, para orientar la economía mexicana a ser un país petrolero que huya del rentismo y la ineficiencia, que evite que Pemex se convierta en otra PdVSA (la petrolera venezolana, arruinada por el chavismo) y que se abra la economía con contratos y concesiones más atractivas para la inversión… Porque cualquier geólogo sabe que el potencial del petróleo es espectacular –reactivar Catarell, potenciar exploración, recuperación más eficaz–. Pero en gas pizarra, el potencial de México es enorme, ya que en la franja norte se extiende el tesoro que ha desencadenado la revolución energética de EEUU.  

La oportunidad de Europa

Theresa May fue ovacionada en Philadelphia cuando recordó que la relación entre EEUU y Reino Unido es especial y que seguirán liderando el mundo.
Theresa May promete convertir a Reino Unido en el Singapur de Occidente. Las palabras de Moscovici y Schaeuble regañando al Reino Unido diciendo que "¡No pueden bajar impuestos!"… ni "¡Cerrar tratados bilaterales!" han sentado como un jarro de agua fría a los defensores de mantenerse en la Unión Europea. Parece que en la UE se han unido a la campaña por el brexit.
La fortaleza de EEUU y Reino Unido, si se pone en marcha la revolución fiscal anunciada, reside en la atracción de más de 95.000 millones de dólares fuera de la Unión Europea –según Nomura– y convertirse en centros globales de inversión. No se le escapa a casi ningún analista del mundo que no es difícil aprovechar las debilidades de la Unión Europea en burocracia, altos impuestos y riesgo político para captar oportunidades de inversión globales.
Con un reto como ese, la Unión Europea no puede usar su tradicional “política del avestruz” —que tan bien conocemos en España— y enrocarse en un modelo que va en sentido contrario a los países líderes. Se deben poner en valor las indudables ventajas del mercado único y la Unión pensando en la competitividad, la creación de empleo y la atracción de inversión, demostrando que somos mejores.
La oportunidad de México, hacer de un riesgo una oportunidad, es exactamente la misma que tiene una Unión Europea, donde ya es más que evidente que replicar el dirigismo francés y ser un infierno fiscal no es precisamente el camino para el crecimiento. La Unión europea se torpedeó a sí misma haciendo los costes de la energía casi el doble de caros que los de EEUU, pero eso puede cambiar. Lo mismo con las trabas burocráticas y fiscales.
El “enemigo exterior” es muy goloso para el burócrata. Si no funciona, se le echa la culpa a los malvados extranjeros de que no funcione el plan. Pero los retos globales se pueden convertir en grandes ventajas cuando pensamos en las familias y las empresas. 
La Unión Europea, como México, cuenta con un enorme superávit comercial, excelentes empresas y grandes profesionales. Es hora de cambiar el chip. Contra el proteccionismo, más comercio. Y decir “viva la competencia”, que hay mucho margen en la UE para bajar impuestos y dejar de ahogar a empresas y familias.
Olviden el muro. Ya existe, aunque sea de hojalata-tele metálica y haya algún agujero por donde se cuelan cuatro descamisados. Es un subterfugio. Lo importante es la alianza fiscal y comercial que se está tejiendo entre las potencias líderes. Para afrontar ese reto, más Unión Europea de verdad, más trabajo, menos burocracia y más competitividad.
Este es el reto más importante para todos y para afrontarlo: más Unión Europea de verdad, más trabajo, menos burocracia y más competitividad.
¿Estarán a la altura los líderes europeos? ¿Lo estaremos todos?

Texto inspirado en “Olviden el muro. La oportunidad de México… Y de Europa” de Daniel Lacalle

ANEXOS:
Guerra comercial
El Banco Mundial estima que las bajadas de impuestos de Trump podrían ser el revulsivo que necesita la economía global para recuperar el crecimiento, mientras el equipo de economistas de Deutsche Bank considera que dichas medidas son las que deberían llevar a cabo en la Unión Europea, y estima que podrían duplicar el crecimiento real del PIB en Estados Unidos. Michael Spence, premio Nobel, también apuntaba un impacto similar esta semana.
La evidencia de las bajadas de impuestos para aumentar el crecimiento es demoledora. El ejemplo de más de 200 casos en 21 países demuestra que son mucho más efectivas las bajadas de impuestos y reducciones de gasto, a la hora de incentivar el crecimiento y la prosperidad, que los aumentos de gasto. Estudios de Mertens y Ravn (The dynamic effects of personal and corporate income tax changes, 2012), Alesina y Ardagna (Large changes in fiscal policy, taxes versus spending, 2010), Logan (2011), o el FMI concluyen que en más de 170 casos el impacto de bajadas de impuestos ha sido mucho más positivo para el crecimiento. Pero hay que gastar menos.
¿Conocen este dato?: En el caso de Trump, esas bajadas en el Impuesto de la Renta implican que los ciudadanos que ganen menos de 25.000 dólares anuales no paguen IRPF, los de menos de 75.000 dólares, lo hagan sólo al 10%, entre 75.000 y 225.000 dólares, al 20% y para el resto, al 25%. La mayor bajada de impuestos de la historia supondría en las rentas más bajas casi duplicar su renta disponible actual. No lo conocían ¿verdad? Es que los periódicos no hablan de estas cosas. Sólo repiten que Trump es muy malo y se le ha ido la olla.
El Impuesto de Sociedades, al 15%, se añadiría a un incentivo de repatriación de capitales en el extranjero con una tasa del 10%. Goldman Sachs estima que EEUU repatriaría más de 1 billón de dólares (casi equivalente al PIB de España) con esa política.
¿Cómo se financiaría? Con aumentos de eficiencia en el gasto por Sanidad, eliminando y sustituyendo el desastroso coste del Affordable Care Act (Obamacare) aunque aumenta en 600.000 millones de dólares las ayudas sociales. ¿Cómo? Reduciendo la administración eliminando regulación y partidas innecesarias. El plan de infraestructuras, del que tanto se ha hablado, no aumentaría el gasto público porque sería financiado por el sector privado vía deducciones fiscales e ingresos por tarifas y peajes.
Parece que el efecto en déficit fiscal sería cero con un aumento adicional del crecimiento de la economía de 1% anual.
Pero algunos cuestionan, y eso es bueno, el impacto. El Instituto Peterson estima menores ingresos de 2,85 billones de dólares por la reforma fiscal y mayores gastos en defensa de casi 1 billón de dólares en 10 años. Un 25% de aumento de deuda.
Otros estudios estiman que recortar un 1% planes de gasto anual que se habían disparado, generaría 750.000 millones de dólares adicionales en 10 años. Los ingresos por Impuesto de Sociedades se mantendrían por aumento de la actividad económica y la repatriación de inversiones. Un aumento de los salarios reales reduciría el coste en el impuesto sobre la renta en un 35%. Ello generaría un aumento cero en términos nominales de deuda.
Pero, ¿cómo se reduciría la deuda sobre el PIB? Con el efecto de una inflación superior a la actualmente esperada, un crecimiento real mayor, alcanzar la independencia energética en 2019 –eliminando trabas a la exploración y producción además dispara la inversión- y, muy importante, el efecto aspirador de salida de capitales de mercados emergentes hacia Estados Unidos ante la fortaleza del dólar. El “secreto” de Trump es que la economía de mercados como China será tan frágil que los billones de dólares de capital que se fueron a países emergentes desde 2009, volverán al país.
Muchas incógnitas y muchas incertidumbres, que la realidad deberá poner en contexto. Pero lo que ha demostrado el pasado es que gastando más y subiendo impuestos no se reduce la deuda. EEUU aumentó un 121% la deuda en ocho años con Obama (lean “El legado de Obama”) y caídas de la inversión real.
El gran escollo de todo este plan es el aumento del proteccionismo que puede suponer un importante recorte en estimaciones de crecimiento y empleo. Los mensajes que llegan desde Estados Unidos han moderado enormemente los riesgos, y entre otras cosas, se ha probado que la capacidad real del Presidente de tomar medidas ejecutivas anti-comercio es muy limitada. En el país, el congreso y el senado están dominados por republicanos, pero no por defensores del proteccionismo. No podemos olvidar, porque está probado que un aumento de tasas y aranceles al comercio genera el doble en pérdidas por ingresos de exportaciones para el país, al tiempo que deberíamos ser conscientes de que la administración Obama fue la que más medidas proteccionistas impuso en los últimos ocho años. Y así les fue. El crecimiento más pobre de cualquier recuperación económica en las últimas décadas.
¿Y si entramos en una guerra comercial?
Rex Tillerson —director ejecutivo de Exxon Mobil Corporation, la quinta mayor empresa atendiendo a su capitalización de mercado—, criticó a China por las islas del Pacífico y avisando que no se le debería dar acceso al gigante asiático a dichas islas. Tillerson siempre desconfió del “crecimiento burbuja” de China y en Exxon se negó repetidamente a invertir de manera relevante y entrar en grandes alianzas con empresas chinas.
¿Es la antesala de una guerra comercial con China? No lo creo, pero lo que sí sabemos es el impacto de una guerra comercial total a nivel global. Desplome del consumo de hasta el 3% anual, media de caída de la inversión del 10%, entrada en recesión y desempleo casi duplicado.  
La realidad es que para algunos miembros del equipo de Trump no es una cuestión de guerra comercial. Es el desproporcionado superávit comercial que tiene China con Estados Unidos. El más alto del mundo.
China exporta a Estados Unidos unos 483.000 millones de dólares (2015) y Estados Unidos solo $116.000 al gigante asiático y se atribuyen muchas de las imposibilidad de exportar a que las autoridades regulatorias, empresas estatales y gobierno chino es en realidad un solo ente.
Sin embargo, una parte relevante de esas importaciones son productos electrónicos, maquinaria y ropa que las propias empresas americanas fabrican en China y luego envían a Estados Unidos. De ahí vienen muchos mensajes proteccionistas de la administración Trump.
Pensar que todo irá bien porque impidas que se fabrique e importe desde otros países, no ocurre. Muchas de esas empresas simplemente no podrían siquiera mantener su negocio. Los grandes desequilibrios entre China y Estados Unidos no se solucionan equiparando el proteccionismo americano al chino, como se ha intentado desde 2008, sino rompiendo barreras para que China se equipare al resto de la OCDE. Precisamente ahora que sus monumentales desequilibrios monetarios y de deuda empiezan a pesar de manera agresiva, es la oportunidad de atraer a China al mundo, no el mundo a China.

El proteccionismo solo protege al gobierno
El resurgimiento del proteccionismo no es una novedad y no ha llegado con Trump ni May.
Desde 2008, el país que más medidas proteccionistas ha impuesto, de lejos, es EEUU gobernada por Obama, según Geopolitical Intelligence Service.
Entre 2010 y 2015, se implementaban entre 50 y 100 nuevas medidas proteccionistas en los primeros cuatro meses de cada año. En 2016, más de 150.
Esta semana se ha hecho realidad la defunción del tratado Transpacífico (TPP) que comentábamos aquí, y me enternece ver a comunistas, socialdemócratas e intervencionistas varios criticar la decisión de Trump que ellos promovían con el TTIP y todo lo que huela a mercado. Porque el tratado estaba muerto ganase Trump o Clinton, que afirmaba, ya en 2016, que se oponía al tratado y lo iba a eliminar.
Es, como mínimo, divertido que los medios ensalcen las palabras del primer ministro chino sobre globalización y apertura en Davos cuando una de las naciones más proteccionistas del mundo es la suya. Una manera de alentar el proteccionismo es a través de las empresas estatales ineficientes. Según Wilbur Ross, más de un tercio llevan años en pérdidas y aumentando sobrecapacidad mientras se las mantiene zombis con bancos y dinero público. Esa sobrecapacidad, que alcanza el 40%, les lleva a vender el exceso de producción a precios muy inferiores al coste.
Lo triste de toda esta ola proteccionista es que llega por todos lados, desde Japón a India. Cincuenta y cinco países han aumentado medidas proteccionistas en los últimos ocho años, según Global Trade Alert.
¿El resultado? El desplome del comercio internacional, el peor crecimiento global desde 2008 y más deuda. No le echemos la culpa a Trump, por lo tanto.
Wilbur Ross y el propio Rex Tillerson explican que en los últimos ocho años la manera de lidiar con las prácticas anti competencia y anti comercio de China, que tiene el mayor superávit comercial del mundo con EEUU, ha sido poner una sonrisa y –en silencio- intentar limitar la entrada de bienes y servicios vendidos a precio por debajo de coste. Un caso bastante popular fue el de los paneles solares. Pero esa política de “sonrisa global y proteccionismo real” claramente no ha funcionado. Ahora llega la política de amenaza y acuerdo.
Pero el desencuentro China-EEUU no justifica la posición con respecto al TPP, Nafta y otros ni la tentación del mercantilismo. La terrible sombra de esas medidas intervencionistas, que espero que no se implementen, nos recuerdan a los errores de Carter, por ejemplo, o de Japón.
El proteccionismo se nutre del chivo expiatorio del enemigo exterior y la falsa varita mágica del Estado redentor para prometer mentiras.
La primera mentira es decir que industrias de baja productividad, que hoy no son competitivas, van a empezar a serlo por limitar el comercio con países que tienen menores costes.
La evidencia nos muestra que es empíricamente falso. Ni el porcentaje de importaciones de países “baratos” se disparó antes, ni se aumenta la producción local por eliminar el comercio.
La segunda mentira es que se crean más puestos de trabajo y con mejores salarios.
El único efecto real es que se disparan los precios por el aumento de aranceles y las industrias obsoletas caen igual. No se mejora el empleo ni suben los salarios porque la sobrecapacidad se perpetúa. De hecho, en un mundo con el nivel de endeudamiento actual, del 225% del PIB, un efecto colateral añadido es que el aumento de la inflación y, con ella, los tipos de interés reales, se llevan por delante a los sectores de baja productividad por el aumento de sus costes financieros, ya que –no es sorpresa- también son sectores que actualmente tienen un apalancamiento superior al histórico.
La tercera mentira es que las empresas se irán a mi pueblo porque lo diga un comité.
Por supuesto, la idea de unos y otros defensores del proteccionismo, de la izquierda a la derecha, se alimenta de la idea ridícula de que las empresas que hoy contratan y fabrican en India o México se irían todas a Virginia o a Albacete. No ocurre.
Si pensamos que una industria que no es competitiva hoy, lo va a ser por un arancel del 35% a sus competidores, podemos olvidarlo. Simplemente se cierran negocios, y los más desfavorecidos son los países pobres, que sufren el doble efecto de la inflación, menor comercio y el cierre de empresas.
Es una entelequia pensar que las fábricas de automóviles, por ejemplo, van a producir y vender más porque LePen les obligue a instalarse en Francia. Todo su crecimiento viene de las exportaciones, y los países que sufren las medidas proteccionistas, también las imponen a los países exportadores. Pierden todos. En una industria que ya tiene hasta un 30% de sobrecapacidad (The road to 2020 and beyond: What’s driving the global automotive industry? McKinsey), será un dominó de cierres de capacidad productiva y menos empleo.
La última es pensar que la autarquía es posible en economías y empresas abiertas. Ni Renault es una empresa francesa, sino global, ni lo es la inmensa mayoría de los grandes sectores. La llegada del intervencionismo mercantilista solo alegra a los sectores rentistas, que ni crean empleo ni mejoran la productividad. Y siguen en proceso inexorable de desaparición por obsolescencia.
¿Saben esto los populistas de puño cerrado y los de mano abierta? Claro. El historial de fracaso del proteccionismo es tan apabullante que sólo un político podría ignorarlo pensando que “esta vez va a ser diferente” porque lo aplique él o ella. Pero esos populismos son también los que llaman “estratégico” a los rentismos clientelares. Estratégico para administrar las migajas de lo que queda.
Y es que lo que esconde la falacia del proteccionismo es nada más que promover el intervencionismo más rancio. No se trata de proteger a uno u otro país de los chinos, sino de copiarles.
Dar más poder a los políticos y control sobre la actividad económica, con el beneplácito de los ciudadanos que se tragan la mentira de que la tecnología destruye empleo y que la inflación creada se les va a compensar en mayores salarios reales.
Mientras tanto, el gobierno que le promete que usted estará mejor empobreciendo al vecino, se beneficia, convirtiéndose en el que impone las decisiones de inversión o contratación. Aunque luego le sale el tiro por la culata, siempre, se presentará ante nosotros como el “protector”, el que lo intentó. Lo hizo por nosotros.
Y, por supuesto, la inflación –el impuesto de los pobres- de la que se beneficia el Estado endeudado “desvalorizando” sus enormes deudas a costa de la renta disponible de los ciudadanos, que no ven su poder adquisitivo mejorar, porque los salarios reales no aumentan. Pero el político le echará la culpa a las empresas, a los comercios y al nuevo álbum de U2 si hace falta.
El único protegido por el proteccionismo es el gobierno que lo impone. Los demás pagamos la ocurrencia.


sábado, 28 de enero de 2017

Corrupción, pureza y doble moral

Es políticamente correcto entre las buenas personas ser “amante de la pureza”. Criticar a los que muestran o se les descubre algún defecto, por mínimo que sea. Estas buenas gentes no soportan a los que no piensan como ellos. Como mucho toleran a sus consuegros, a sus cuñados, y a sus compañeros de trabajo… pero a los políticos impuros, ni en pintura. Porque piensan que todos los políticos están corruptos, que la clase política no puede ni quiere reeducarse, que no tienen remedio y que por tanto hay que acabar con todo eso sin tardanza. De ahí las prisas por acabar con lo que consideran viejo y dañino, y empezar con lo nuevo, que ven puro y ejemplar.
Pienso que todas las posiciones extremas, sobre todo si son viscerales, se alejan de la razón y de la prudencia necesaria para la convivencia. Cuando alguien presuntamente ha caído en la corrupción, o en la falta que sea, en lugar de lanzarlo inmediatamente a las tinieblas exteriores, sería fantástico poder hablar con el “sospechoso”, pedirle explicaciones y valorar si existen sospechas serias y fundadas de corrupción o si, por el contrario, es un asunto defendible e incluso disculpable. Nuestra sociedad, es histriónicamente puritana, y tiene mucha prisa en castigar al culpable —aunque esto no garantice que en el futuro vayamos a tratar de hacerlo mejor— siempre que no sea uno mismo o no sea “de los nuestros”. 
La paradoja es que nuestra sociedad que tiene tanta prisa por castigar a los malos —siempre los demás— sea tan dada al relativismo: “too er mundo e güeno”, cada uno piense como quiera, quién soy yo para ponerme a dar consejos a los demás. 
Realmente, ¿nos interesa tanto la “pureza” o somos unos envidiosos empedernidos?
Las gentes de bien solemos hacernos este razonamiento: como todo el mundo es corrupto, no pasa nada si yo también robo lo que pueda; total ¿qué puedo robar yo?, al fin y al cabo, también en esto hay desigualdad de oportunidades. 
Que tengamos prisa por castigar a los malos no nos hace mejores personas, aunque, eso sí, nos vamos a dormir más tranquilos: yo ya he hecho lo que tenía que hacer. Bueno, no he hecho lo que tenía que hacer, pero he dicho que “eso no me gusta”. Esta es nuestra excusa: nadie puede echarme en cara que yo no haya protestado. Y ya está. Nos sumamos a los “Me gusta” o “Enfadado” en las redes sociales, despotricamos y hacemos leña del árbol caído. No tardamos ni un minuto desde encumbrar a despreciar a la misma persona y nadie se rasga las vestiduras cuando alguien dice: “esto ya lo sabía desde hace mucho tiempo”. Nadie le responde: si dices la verdad eres tan culpable como el corrupto o transgresor, por no haberlo denunciado y publicado inmediatamente, en cuando lo supiste. ¿Porqué callasteis todos? ¿Porqué esperasteis a denunciarlo? ¿A quien benefició vuestro silencio y vuestra oportuna denuncia?
En la Roma antigua, los carros cargados a tope cruzaban el puente durante la ceremonia de inauguración, mientras los ingenieros y constructores aguardaban debajo de la obra que habían diseñado y construido. ¿Podríamos aplicar este principio a la remuneración de los banqueros de inversión y a tantos otros que eluden su responsabilidad profesional en nuestro tiempo?
Parece que la vieja teoría de la responsabilidad —uno es responsable de las acciones que lleva a cabo (o que no lleva a cabo, porque la omisión de algo debido también lleva consigo una responsabilidad)—, y de sus consecuencias ha pasado a mejor vida. Los responsables de la toma de decisiones privadas y peor aún públicas, se descargan de su responsabilidad argumentando que muchas de las consecuencias no son previsibles, que ocurrirán en el largo plazo, que dependerán de otras muchas cosas… Pero para eso tenemos el sentido común: yo soy responsable de las consecuencias razonablemente previsibles de mis acciones. Y esto vale para todos: para los empresarios, directivos, empleados y trabajadores, para los expertos (que son responsables de las tonterías que dicen en nombre de su supuesta expertise), para los políticos, para los maestros, los padres y madres de familia, para…
Responsabilidad es palabra que invoca, primera y principalmente, á la ética, a la ley y a la reacción de la sociedad. Seguro que hacen falta mas y mejores leyes, más controles, más penalizaciones… 
Algunos dirán que con eso no se solucionará el problema porque la gente nos movemos por motivaciones extrínsecas, o sea, premios y castigos. A primera vista parece que si ser corrupto fuera demasiado costoso, la gente dejaría de serlo, por lo que bastaría con intensificar los controles y los castigos. Creo que esta medida no serviría porque si las penas fueran grandes, los beneficios de un buen pelotazo corrupto serían también mucho más grandes. Además, los premios y los castigos son caros para la sociedad; desaniman a los que tratan de hacer las cosas bien (se enfrentan a obstáculos importantes y, si hacen algo mal, se les puede caer el pelo)… Y hecha la ley, hecha la trampa. Bien por la ley, pero no basta.
Los idealistas pensarán en que la única solución sería poder implantar en los cerebros de todos una mayor valoración de los comportamientos éticos. 
Me temo que soñar con “más ética” tampoco sirve, porque da por supuesto que si la gente “sabe” lo que hay que hacer porque “eso es lo que hay que hacer”, lo hará. La experiencia nos dice que la gente no funciona así. 
A menudo no nos damos cuenta de que hay un problema moral hasta que personalmente nos encontramos metidos en él; y entonces, no sabemos diagnosticarlo, no sabemos encontrar soluciones y no tenemos la fuerza de voluntad para ponerlas en práctica. Si faltan virtudes, la ética se queda en buenas palabras, en lamentaciones estériles o en amenazas que nadie cree. 
Las personas de buena fe solemos terminar las conversaciones quejándonos de que la vida está muy difícil, de que vivimos en una sociedad corrupta, de que “todos lo hacen” menos yo que, de tan bueno que soy, me toman por tonto… y nos paralizamos y no hacemos nada, primero con mala conciencia, pero cada uno buscamos siempre la forma de tranquilizarla.
En España, desde hace muchas décadas, estamos acostumbrados a la mediocridad y está muy bien implantada la corrupción; y por ello es extremadamente difícil erradicarla. Aún así se podrían hacer algunas cosas para intentar aminorarla. Aún siendo difícil, lo que más fácilmente podemos cambiar es a nosotros mismos. Nuestro principal ámbito de actuación es nuestra casa-familia, vecindario, trabajo, etc.. Aún así me permito sugerir a los políticos que empiecen por incorporar a sus programas medidas como estas:
1.- Eliminar los incentivos para corromper y corromperse, porque cuando las reglas del juego no están claras, se crea el caldo de cultivo para que haya corrupción. Cuando los gobiernos se perpetúan en el poder o los funcionarios tienen demasiado poder para decidir, establecen procedimientos demasiado complicados, ambiguos o hechos a medida… Hay que intentar evitar las tentaciones a los empresarios, políticos y funcionarios.
2.- Establecer premios y castigos y dotar a la administración de justicia de jueces y fiscales independientes capacitados y con los medios adecuados para efectuar los controles e inspecciones de arriba abajo pertinentes. Puede que haya que invertir recursos en ello, pero desanimarían a algunos “grandes corruptos y corruptores” a caer en conductas intolerables. Puede que fuera algo injusto que por pagar unos miles de euros a un político le cayeran 10 años de cárcel a un corruptor, pero, por lo menos, esto le llevaría a pensárselo dos veces. Al político corrupto no hace falta cortarle la cabeza como en algunos países asiáticos, pero también habría que desanimarle de verdad.
3.- Solucionar el difícil problema de la financiación de los partidos políticos. Muchos casos en España tienen que ver con la aparición de pagos impropios para financiar a los partidos, a los políticos y a funcionarios de los partidos que ven pasar tantos millones de euros por encima de su mesa, que la tentación de apropiarse de algunos es fuerte.
4.- Más ética. Sé que no es “la solución”, pero no hay solución sin mejorar la ética. Hay que hacer lo necesario para estimular las motivaciones intrínsecas, y aun mas las trascendentes. Hay que dedicar más tiempo y esfuerzo para hacer llegar a las conciencias de todos, empezando por los jóvenes desde las familias y escuelas, el valor del trabajo honrado y bien hecho. Y sobre todo entender el honor que representa servir a la colectividad y la satisfacción personal que conlleva para el que elige este camino. 
5.- Profesionalidad: un buen político, un funcionario profesionalmente correcto, un directivo de empresa que merezca ese nombre, no pide extorsiones ni ofrece sobornos. Dar ejemplo, comunicar, participar y reforzar lo positivo. Los colegios profesionales deberían dar ejemplo y ser implacables con aquellos de sus miembros que caen en esta práctica. Ante los vicios y debilidades humanas se deben levantar grandes instituciones con el “crédito y respetabilidad” suficientes para contrarrestarlas. Denunciar a los mediocres y a las personas que faltan a la verdad, y separarlos de los cargos para los que, tal vez erróneamente fueron elegidos en su día, debería ser habitual en una sociedad que se precie, sin esperar a que sean otros los que destapen nuestras vergüenzas. 
6.- Mejorar la moral social, enseñando a la gente que las conductas inmorales —todas ellas— deben ser rechazadas para erradicarlas. Es cierto que el corrupto-ladrón y los que practican actividades amorales socialmente ganan mucho con ellas, pero el daño que se hacen a sí mismos, a los de su entorno y a todos los ciudadanos es muy grande. Este es un argumento moral, no económico, social o político.
7.- Transparencia. Transparencia en la empresa, en el mercado y en la Administración Pública: Publicar todo. Hay cosas que no se deben publicar, pero entre ellas no están las que van contra la ley, la moral o las buenas costumbres. 
La vida en nuestro planeta está marcada por la permanente lucha entre el bien y el mal. Ese enemigo está a nuestro alrededor, pero también dentro de nosotros. A sabiendas que nunca vamos a erradicar el mal, no tenemos excusa para no luchar personalmente y todos los días contra él. Para ayudarnos existe el poder judicial, la policía, las fuerzas armadas, incluso la “Iglesia” intentando contener a Satán. Seguramente no lo venceremos nunca, pero luchar permanentemente nos dignifica como seres humanos. 
©JuanJAS

miércoles, 25 de enero de 2017

Beneficios sin riesgo

El sueño de todas las personas previsoras es encontrar un sitio donde conservar los ahorrillos que tanto les han costado ganar.
Pasaron a la historia aquellos tiempos en que podíamos mantenerlos seguros en una cuenta de ahorro o depósito a plazo e iban engordando algo con el tiempo. Todos contentos: los ahorradores y también el Estado que cobraba sus impuestos sobre el rendimiento para redistribuir parte de las ganancias.
Ya hace tiempo que los bancos no dan prácticamente nada a quienes mantienen sus ahorrillos en sus cuentas, el Estado tampoco recauda sus impuestos, pero tampoco le importa mucho, porque los bancos compran su deuda con el dinero de esos ahorradores y encima le pagan un porcentaje por tener el privilegio de comprar su deuda. Aunque parezca mentira, así ha sido en las últimas subastas del Tesoro, en las que el Estado ha conseguido cobrar a los que han querido tener el honor de prestarle dinero (Letras del Tesoro a rendimiento negativo). ¿Verían ustedes normal que si le pidieran prestado dinero a alguien, en lugar de pagarle un interés a cambio, fuera él el que les diera una pequeño porcentaje adicional a fondo perdido? Siempre ha sucedido que cuando algo es contra natura acaba por terminar mal.

A muchos no les da ninguna vergüenza admitir que no entienden nada de finanzas ni quieren complicarse la vida en aprender nada de eso tan aburrido. Se encierran en su caparazón y guardan sus ahorrillos debajo del colchón o en algún escondrijo en su casa. Piensan que corren menos riesgo que depositándolo en el banco a la vista de “todos los que van detrás de su dinero”. 
El problema se acrecentará ahora que empieza a moverse al alza el IPC y más que previsiblemente lo hará en los próximos años. Por mucho que nos obcequemos en hacer lo mismo de siempre, ya no se encuentra la rentabilidad segura, sin oscilaciones y sin riesgo de los depósitos a plazo de hace 15 años.
A nadie nos gusta aceptar la posibilidad de perder dinero, pero lo que no entienden muchas familias es que, hoy en día, tener el dinero en cuentas y depósitos, es una forma segura de perder dinero, porque nuestro dinero pierde poder adquisitivo con el tiempo.
En 2016 según los últimos datos del BCE la rentabilidad media de los saldos que tenemos en cuenta corriente fue del 0,1% y los por los depósitos a plazo fijo dieron de media un 0,19%. Como la vida subió un 1,6%, resulta que los ahorradores que han tenido su dinero en efectivo, en cuentas bancarias o en depósitos o imposiciones a plazo fijo, han perdido de media un 1,5%. Es decir, si hemos tenido 100.000 euros sin invertir, el año pasado perdimos 1.600 euros, ya que el poder de compra de esos 100.000 euros a final de año 2016 era de solo 98.400 euros. Esa cifra varía según cada CCAA y según el tipo de gasto que habitualmente hace cada familia, porque no todos los productos han variado su precio de la misma forma ni todos han variado sus ingresos de la misma forma. 
Si tenemos en cuenta lo que ha subido la vida en los últimos 10 años, el dinero en efectivo ha perdido un 20% de su valor. Para comprar los mismos productos que hace diez años costaban 80000€, ahora necesitarías 100000€.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, los precios desde el año 2.000 hasta diciembre de 2016 han subido un 45,5%, es decir, que 100.000 euros del año 2000 tienen un poder de compra de solo 54.600 euros ahora.
Así un ahorrador que busca rentabilidad segura y sin riesgo, NO puede tener el dinero en efectivo, en cuentas o en depósitos, y menos debajo del colchón, ya que es seguro que perderá poder adquisitivo y por tanto dinero. Perderá tanto más cuanto más suba el UPC acumulado a lo largo de los años. Y este es un efecto que pocos tienen en cuenta. Puede que lo conozcan pero pocos se ocupan de ponerle remedio.
Lo responsable es tener en cuentas o depósitos, solo el dinero que previsiblemente vamos a necesitar en un año. El resto de dinero ahorrado que no vayamos a necesitar gastar en el próximo año, hay que distribuirlo en varios plazos: hasta 5 años, hasta 10 años y más de 10 años y dentro de cada plazo buscar los productos y las estrategias para invertirlo con el menor riesgo posible.
Tener invertido en el medio y largo plazo no significa asumir riesgos elevados ni que lo podamos perder todo. Significaría abrazar la posibilidad de obtener mas rentabilidad que el IPC asumiendo algo más de riesgo.
En el mercado hay muchas alternativas, pero hay que conocerlas, ya que nos puede pasar que algunos ahorradores inviertan en algún producto calificado como de Renta Fija, en fondos garantizados o de rentabilidad objetivo pensando que no asumen riesgos y es todo lo contrario.
No existe el producto mágico que un “amiguete” o el “cuñado” te pueda recomendar, ni una solución ideal para todo el mundo, sino que, en función de la situación y objetivos de cada familia, se debe planificar y diversificar para obtener rentabilidades lógicas sin asumir riesgos elevados.
Vivir tranquilo es muy fácil y no querer “preocuparse”, y menos “ocuparse”, de nuestras finanzas domésticas puede ser muy cómo a corto plazo, pero si queremos que nuestro nivel de vida se deteriore lo menos posible con el tiempo, no nos queda más que calentarnos la cabeza y esforzarnos por encontrar algún sistema —no hay soluciones mágicas multivalentes sino particulares para cada familia concreta— que nos permita mantener nuestro nivel de vida lo más estable posible en el tiempo.
Para todo lo relacionado con la salud, en el sentido amplio del término, siempre es mejor prevenir y planificar que no llorar y buscar la cura cuando el mal ya está hecho. La mayoría solemos buscar en Internet información sobre “remedios” o sobre formas de vida saludable, leer consejos para disfrutar más de la vida y no dudamos en consultar con un médico cuando nos encontramos mal.
¿Porqué nos cuesta tanto hacer lo mismo con nuestra “salud financiera”?
¿Porqué nos cuesta tanto instruirnos mínimamente para conservar nuestra salud financiera y prevenir descalabros futuros? ¿Porqué no pensamos en las consecuencias a largo plazo antes de tomar un préstamo, o comprar algo con un pago aplazado?
Igual que consultamos con un abogado cuando tenemos dudas legales o fiscales, ¿Porqué vemos tan extraño buscar la opinión de un asesor en finanzas personales para que nos ayude a realizar una buena diversificación financiera y a rentabilizar nuestros ahorros de acuerdo a las necesidades y a nuestras circunstancias personales?
©JuanJAS

lunes, 23 de enero de 2017

El “cuarto poder” está enfadado con Trump

En este tiempo, rápido, inmediato y líquido de las redes sociales, los iPhone y las Tablet, todos conocemos a muchos amigos y personas de nuestro entorno que están pegadas a esta tecnología adictiva y se han vuelto incapaces de mantener una conversación tranquila y amable. Lo único que suelen leer son los “píldoras informativas” que los medios de comunicación les sirven puntualmente por sus gadgets y que pueden consultar en cualquier lugar y momento del día. La inmediatez, profusión y el rápido cambio de los “titulares” excita las emociones y no facilita el pensamiento crítico que podría practicarse y desarrollarse si se recuperara el placer de la lectura y también de la escritura.
Todos los que se han acostumbrado a leer críticamente las noticias —cada vez son menos numerosos— saben que los periódicos están plagados de errores. Y no solamente errores sino simplificaciones exageradas, equivocaciones en las intenciones de los titulares, interpretaciones muy discutibles y textos que podían haberse escrito de forma diferente.
Dicen que el periodismo es obtener la versión más aproximada de la verdad aunque muchos periodistas y medios clásicos o modernos, persisten en pretender que son casi infalibles. Sabemos que no es cierto, pero a pesar de las imperfecciones, de los defectos, de las precipitaciones y las mentiras intencionadas o involuntarias que muchos periodistas y grupos de presión difunden en los medios, sería un error vetarlos o sustituirlos completamente por otros medios de difusión modernos tipo redes sociales o Twitter, como ha hecho Trump durante la campaña y en sus primeras horas de mandato. El fin no justifica los medios.
Hace unos 2500 años, Confucio creía que se podía transformar la sociedad mediante el ejemplo. Escribió que «la sinceridad se hace evidente y manifiesta. Cuando es manifiesta, se vuelve brillante. Como es brillante, afecta a los demás. Como afecta a los demás, logra cambiarlos. Y como los cambia, se transforman. Sólo el que posee la sinceridad más absoluta que hay bajo el Cielo puede transformar al otro». Confucio pensaba que el proceso de transformación podía ir en ambos sentidos. Sabido es que este gran pensador y maestro no tuvo demasiado éxito a la hora de convencer a los gobernantes de su época para que adoptaran sus ideas de gobierno. 
Hace más de 200 años el presidente Thomas Jefferson dijo “La base de nuestros gobiernos es la opinión del pueblo, el primer objetivo debe ser mantenerla, y si tuviera que decidir entre tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría ni un instante en preferir lo segundo”.
James Madison, escribió que “Solamente a la prensa, con todo y su historia de abusos, le debe el mundo todos los triunfos que han ganado la razón y la compasión sobre el error y la opresión”.
En un tuit enviado el 14 de agosto de 2016 Trump escribió que “¡No es ‘libertad de la prensa’ cuando a los periódicos y otros se les permite decir y escribir lo que quieran, aunque sea completamente falso!”. Luego, el 24 de octubre de 2016, durante una entrevista que concedió a la CBS de Miami, dijo que “A nuestra prensa se le permite decir lo que quiera y salirse con la suya. Y creo que deberíamos ir hacia un sistema donde si hacen algo mal... Soy un gran creyente, un tremendo creyente en la libertad de prensa. Nadie lo cree que con más fuerza que yo, pero si cometen errores terribles, terribles y esos errores se hacen a propósito para lastimar a la gente. No estoy hablando sólo de mí. Estoy hablando de cualquier otro, entonces sí, creo que deberías tener la capacidad de demandarlos”.
Algunos afirman que Jefferson, Madison, Washington, Franklin y otros Padres Fundadores en USA se están revolcando en sus tumbas. Está claro que el mundo ha cambiado y cada vez lo hace a pasos más agigantados. También está claro que las enseñanzas de Confucio y de otros grandes pensadores no son muy apreciadas ni practicadas entre los grupos de presión y el poder. 
Todos hemos oído la expresión “Cuarto poder”, con la cual solía designarse a la prensa, en alusión a la extraordinaria influencia que esta ejercía en los años previos a la llegada de los todavía más poderosos medios de comunicación; televisión, radio, Internet, etc. La prensa y en general los grandes medios de comunicación se ganaron a pulso este calificativo porque la inmensa mayoría de las veces no se limitan a reflejar la opinión pública, sino que influyen tanto que llegan a crear esa misma opinión pública, proporcionando la casi totalidad de la información con la que las personas contamos en cualquier momento.
En nuestros días con tantos problemas, crisis, incertidumbres y rápidos cambios, sería fantástico que el periodismo intentara y consiguiera explicar lo que ocurre en el mundo y no se recreara en la metáfora ni en dibujar escenarios más o menos previsibles o convenientes para algunos. Sería fantástico que no se equivocara nunca en las descripciones de la realidad que nos presentan los medios que publican sus escritos. Sería fantástico que ejercitara la posibilidad de rectificar, al día siguiente o al siguiente minuto en los soportes digitales, dando mayor difusión al desmentido de la noticia que publicó erróneamente; pero todos sabemos que esto no es así. No digo que no haya la voluntad de hacerlo por parte de algunos, pero al fin y al cabo la inmensa mayoría de periodistas son “trabajadores” que ganan su dinero escribiendo para los medios para los que trabajan y en esta situación no pueden contar, escribir u opinar públicamente lo que quieran o les dicte su conciencia. 
Recientemente, los medios más potentes han declarado una guerra abierta a Trump y este los ha puenteado y desafiado usando su cuenta de Twitter, con la que ha conseguido hábilmente hacer llegar su mensaje directamente a sus seguidores. Ha obtenido una audiencia prácticamente igual, o superior en algunos casos, a la de los grandes medios.
No se quien ganará la batalla. Dependerá del poder que despliegue cada contendiente. Tampoco tomaré partido por ninguno de los dos poderes, porqué si bien tengo claro que los periodistas y los medios de comunicación realizan una labor importante, también tengo claro que su labor dista mucho de lo que sería deseable y ya no digamos de lo que considero ideal.
El mundo y las personas que lo habitamos nos hemos alejado del Óctuple Sendero que aconsejó Buda —acción correcta; intención correcta; forma de vida correcta; esfuerzo correcto; concentración correcta; palabra correcta; comprensión correcta; contemplación correcta— y los medios han colaborado mucho en ello. Considero que quedan pocos periodistas honrados y que sigan el código ético. Cuando lees un periódico —da igual el que leas o si lees varios— la objetividad brilla por su ausencia, porque los medios se mueven por intereses, igual que Trump o cualquier otro político o grupo de poder. No digamos ya las televisiones donde la sobredimensión de las noticias, las medias verdades, la mediatización, la mentira al servicio de los que les pagan, los silencios culpables son bochornosos y un insulto a cualquier inteligencia mediana. Mejor no hablar de las televisiones generalistas y de sus programas en prime time. Llega a dar asco y no se molestan lo más mínimo en disimularlo.
Da igual quien gane la batalla con los medios, la idiotez de unos y otros está bien servida. El desenfreno seguirá. 
Las masas parece que han perdido el sentido común en todas partes. Bueno, en Cataluña quizás "sólo" nos hemos vendido el juicio a favor de la “locura”, que es la que se impone. El desenfreno y el arrebato mandan. Tardará más o menos, pero al fin, por encima de la persistente rumorología, populismo y demagogia que nos llega a los ciudadanos, espero que se acaben imponiendo los hechos.
Los medios tachan a los que nos les bailan el agua de seres perversos y antidemocráticos, pero no les vendría mal, antes de rasgarse las vestiduras, hacer los méritos necesarios para reconquistar la credibilidad perdida. Primero, los medios ... que por ello han sido los primeros en llegar y los que tanto han contribuido a crear el desenfreno y el rumor de demagogia entre los ciudadanos.
Seguiremos sufriendo el “culebrón”, bebiendo en diferentes fuentes e intentando… Que el llegir no ens faci perdre l’escriure! Se traduce literalmente por “¡Que el leer no nos haga perder el escribir!”, pero en realidad es un llamamiento al equilibrio y a no perder de vista lo esencial.
©JuanJAS

domingo, 22 de enero de 2017

Sanidad, pensionistas y medicamentos más caros

Una noticia es un recorte de la realidad sobre un hecho de actualidad, que merece ser informado por algún tipo de criterio de relevancia social. El periodista tiene la responsabilidad de relatar con la mayor objetividad y veracidad posible cómo se ha producido ese acontecimiento y sus funciones están claramente delimitadas y el periodista tiene que cumplirlas con el mayor rigor profesional.
Los lectores deberíamos recibir la información sin ningún tipo de valoración personal. El periodista debería relatar la noticia con un estilo lingüístico claro, concreto, preciso y no debería pretender ser el más original y creativo, sino el más objetivo, veraz y preciso.
Ya sabemos que no nos cuentan todas las noticias que son de nuestro interés, pero, ¿Conocen algún medio de comunicación o periodista que se atenga a este proceder para contarnos las noticias?

Lo que nos suelen contar es solo lo que les interesa a los editores de los medios que sepamos y nos lo cuentan adecuadamente cocinado. Más que noticias son comentarios para vender más y de paso, inducir  en la mayor parte de la población la opinión que a ellos les interesa que tengan.
No se si ha sido inexperiencia o ha sido un globo sonda, pero la Ministra de Sanidad ha empezado el año dando carnaza a los medios: “Los pensionistas tendrán una rebaja menor por el precio de los fármacos que compran”. Se corrigió muy pronto, pero el debate ya estaba servido. Este es un ejemplo de algunos (muchos) males de nuestra política y de nuestra sociedad y, claro, de nuestros gobiernos, que son hijos de nuestra sociedad.
Entonces, ¿porque lo haces y das carnaza a los medios para que lo hagan?
Yo no les contaré la noticia, porque seguro que ya la han escuchado. Les contaré mi punto de vista sobre el tema consciente de que todos estamos directa o indirectamente ante un potencial conflicto de intereses: nos interesa el bien común del país -el despilfarro en el uso de medicamentos, las incongruencias del sistema de salud pública, el alto déficit de la seguridad social y otros muchos problemas-, y nuestro interés como jubilados o hijos de jubilados, de que no nos hagan pagar más por las medicinas que tomamos o toman nuestros padres. 
Sin embargo, este conflicto de intereses no impide que podamos razonar sobre el tema porque potencial conflicto de intereses no significa necesariamente parcialidad, mala intención o conducta sospechosa.
En este tema, como en muchos otros, parece que el Gobierno adopta soluciones parciales (una parte del gasto de un colectivo concreto) para problemas muy complejos, que van desde la organización del sistema de salud del país hasta el funcionamiento del sistema de pensiones públicas, y desde el tratamiento de las empresas farmacéuticas en el gasto público hasta los despilfarros en el funcionamiento de la sanidad y los agravios comparativos de unos y otros.
La aplicación de soluciones técnicas parciales a problemas humanos generales provoca problemas de segmentación, por la falta de visión de conjunto; efectos perversos, que pueden aparecer en otros ámbitos, porque no somos capaces de ordenar los medios sin provocar efectos secundarios peligrosos, porque no hay unos principios incondicionados a partir de los cuales podamos desplegar la acción práctica, y porque no podemos garantizar la consistencia de nuestros proyectos descoordinados. Y, como consecuencia de lo anterior, se produce un problema de anomia, el desánimo de quien no tiene pautas de actuación, sino sólo estímulos, y otro de entropía social, cuando las instituciones pierden su función.
Sí, ya sé que no es realista esperar que un gobierno adopte ahora una visión global de los problemas complejos, cuando la sociedad no quiere oír hablar de esa visión porque sólo lo inmediato importa. Una característica de nuestra sociedad es que cada uno va a su bola, exige sus derechos, más aún, convierte sus deseos en derechos, utiliza ampliamente el argumento de “tú, más” (si todos roban, las medicinas deben ser gratuitas, ¿no?) y, claro, no admite que su problema no se arregle como él quiere, porque haya otros que tengan otros problemas, u otras maneras de verlo.
Si tuviéramos la suerte de contar con un gobierno que hiciese un planteamiento global de los problemas sociales, en que apareciesen los principales protagonistas, los que están enfermos, los que ya no trabajan, los que trabajan en un hospital, los que pagan impuestos, los que tienen la pretensión de recuperar el dinero que han prestado al gobierno para financiar sus déficit… tendría argumentos para poner orden en las soluciones, y se acercaría algo al deseo irrealizable y utópico que algunos anhelamos. 
©JuanJAS

Anexo.-
Se espera de cualquier ministro que no se fije en un solo árbol del bosque ya que para ello dispone de un elenco de cerebritos dentro del consejo asesor de su ministerio, y que sepa comunicar las cosas adecuadamente.
Supongo que muchas veces las encuestas de popularidad o de intención de voto, influyen más en la toma de decisiones que los consejos de los asesores. Unos de esos “asesores ministeriales” es el profesor López Casasnovas y leí un artículo suyo sobre el tema que resumo a continuación.

EL PROBLEMA DE LOS BAREMOS
La ministra de Sanidad se ha fijado en que el copago establecido a los pensionistas, que bastante costó implementar en su día –a pesar de que clamaba al cielo la inequidad de su tratamiento con respecto al de los parados y otros colectivos de rentas bajas–, es poco granular: un pensionista de 18.001 euros anuales es tratado, a la hora de establecer su copago máximo, igual que uno de 100.000 euros y de forma muy diferente a uno de 17.999 euros.
Este es un problema extendido en muchos ámbitos de las políticas públicas que establecen categorías: los dependientes con un baremo (estimación de necesidades) de 24 puntos no tienen derecho a servicios públicos de dependencia, pero con 25 puntos, sí. Y estos que sí tienen derecho, denominados de grado 1, se consideran iguales que los dependientes de baremo 49, ¡también de grado 1! Así, estos meritan unos servicios muy distintos de los de 51 puntos, que ya tienen un grado 2. Y las discontinuidades siguen dañando la lógica de las prestaciones. Estas clasificaciones, en la medida en que trascienden los servicios, se ven menos, pero si en vez de servicios se contabiliza dinero (prestaciones monetarias o copago, como en el caso que nos ocupa), los afectados protestan.
LA PARTE FEA DE LA SANIDAD
El problema es que cuando la ministra se fija en este punto arrastra a todos a focalizarse en el mismo punto; lugar en el que, como decimos, habrá indignados y ganancias de pescadores. Hace así que de la sanidad se hable por la parte más fea (del dinero, y no de sus efectos sobre la salud), y sobre todo desvía la atención fuera de otros ámbitos mucho más importantes, que requieren reformas mucho más trascendentes.
La solución razonable radica en llevar el copago sanitario a la renta y no la renta al copago sanitario.
¿Cómo pagamos los hospitales? Por actividad, cuanto peor, mejor; cómo existen silos en los medicamentos que los impermeabilizan de la relación coste/efectividad respecto de alternativas terapéuticas; cómo crece la factura de farmacia hospitalaria cuando se agota el efecto anterior del medicamento contra la hepatitis C; cómo pagamos salarios a profesionales que quieren cobrar como trabajadores por cuenta ajena y decidir por cuenta propia; o cómo hablamos de salud global, prevención de enfermedades evitables y coordinación de servicios pero en realidad no incentivamos suficientemente la integración sociosanitaria, ni la de los propios proveedores sanitarios de atención especializada con la primaria.
La ministra efectúa así un tiro rasgado, no porque no tenga razón en lo que dice sino porque en el pantano en el que se mete hay pocas raíces fértiles que sacar para la mejora de la salud de los españoles.
PENALIZAR LOS ABUSOS
Fijémonos finalmente en los instrumentos para atacar lo que no gusta, la cuestión granular: quisiéramos un copago mucho más sensible a la renta de cada uno. De hecho, pasar de tres a cinco tramos tampoco lo arregla: más categorías, más saltos de categoría... por gránulo de un euro más. Alguien podría decir que si se quiere graduar pago y renta para eso ya tenemos el IRPF: hagamos que todo se pague con impuestos y dejemos de marear con copagos. Esta sería una solución falsa, ya que la medida busca implicar al usuario y no solo al contribuyente. Como he argumentado de manera extensa en Una reflexión sobre la financiación sanitaria y una propuesta de articulación de copagos basados en la renta para la Fundació Campalans, la solución razonable radica en llevar el copago a la renta y no la renta al copago. Quiero decir que del mismo modo que en la base imponible de la renta ya se permite hoy restar gastos que se quieren incentivar, a esta misma base se podrían sumar los que se quieren penalizar (evitando consumos abusivos, por ejemplo). Aumentarían así las bases no solo haciendo un copago vinculado a la renta, ¡sino que lo haríamos progresivo!

La propuesta tiene varias ventajas más: no estigmatiza tipos de pobres (de 18.000 euros, de 12.000, de 9.000 o la antigua beneficencia) y tiene elementos pedagógicos. Cuando se incorporase a la declaración de la renta el uso de servicios fuera de lo establecido (una urgencia que no lo era, una visita al especialista sin pasar por la medicina primaria, un medicamento de marca frente a un bioequivalente), recordaríamos que las cosas tienen un precio por mal uso, y del buen uso aprenderíamos el valor de pagar impuestos.