lunes, 14 de noviembre de 2016

Las previsiones mueren el mismo día que se publican

Dios me libre de ningunear a nadie. Reconozco los supuestos esfuerzos de los expertos y de los especialistas, que están en la nómina de los grandes organismos supranacionales, agencias de rating, firmas de Bolsa, gestoras, bancos de inversión, banca comercial, banca rural y demás. De todo hay en la viña del señor y en todos los colectivos se puede encontrar gente más o menos honesta, trabajadora e inteligente. También en el mundo de la intermediación bursátil, antaño un negocio muy próspero y rentable y ahora cada vez más difícil, penoso, mucho menos rentable, muy competitivo, especialmente regulado y en manos de tres manos anglosajonas. 

Queramos o no, a todos nos influencia lo que sucede en la Bolsa. También, en el bolsillo, unas veces con agujeros y otras, bien surtido ¡Es la Bolsa! 
Los gurús y analistas todos los días nos ofrecen sus proyecciones, semblanzas, apuestas, dibujos, perfiles y demás. Alimentan el fuego con mucho papel, para que la industria de la intermediación financiera no decaiga y para que los que viven o malviven de la misma sigan en pie. Periódicamente leo y releo los informes y conforme cumplo más años, más alejado me encuentro, presa del escepticismo.
¿Por qué? 
Porque la experiencia me demuestra que lo normal es que nada o muy poco de lo que se pronostica en la actualidad se cumpla más tarde. Incluido el Fin del Mundo, como vienen pronosticando algunos desde hace años. Es muy fácil publicar un pronóstico. Dependiendo de la “popularidad” del que lo hace, los que “quieren creerlo porqué les gusta”, lo difundirán por doquier y muchos otros lo compartirán y redistribuirán para alcanzar trending topics, como si ello añadiera credibilidad al pronostico. Oí al ministro Solbes decir una vez que “Las previsiones mueren el mismo día que se publican”. Tenía toda la razón, porque muchas veces, los que pronostican, no saben lo que pasó ayer ni lo que esta pasando hoy, pero se atreven a pronosticar lo que pasará dentro de un año.
No acertaron con el Brexit, no acertaron con Trump... pronosticaron una debacle en las bolsas y si bien a primera hora bajaron un poco, al final del día cerraron más altas de lo que cerraron el día anterior. Si revisamos la hemeroteca, los “pronosticadores” no acertaron con casi nada, pero ¿quien se acuerda de lo que nos pronosticaron hace seis meses, si no nos acordamos ni de lo que comimos ayer? ¿Cómo podemos confiar en algún gurú, tertuliano, periodista o político, si no escuchamos y leemos críticamente sus discursos y pasamos cuentas sobre los cumplimientos y aciertos periódicamente?
El pasado 26 de septiembre 2016, el actual presidente de Estados Unidos, Donald J Trump, recordó una amarga realidad:
“Believe me, we’re in a bubble right now. We are in a big, fat, ugly bubble”.
Lo normal es que ahora que Trump está pasando a formar parte oficial del “sistema” no vuelva a repetir esas palabras, grandes, gordas y feas para unos apuntaladores que llevan años y Billones de dólares empleados en hinchar las burbujas. Lo normal es que cambie el discurso que usó sólo para conseguir su objetivo y también cambie y adapte sus proyectos y sus acciones.
¿Por qué los medios no paran de mostrar su asombro por el cambio de discurso de Trump? ¿Es que no se alegran del cambio? ¿Hubieran preferido que hiciera lo que dijo en campaña? Hay que pensar en ideales pero es más útil actuar con pragmatismo.
La inversión en el activo considerado más seguro del mundo, el T Bond, receptor universal de flujos en procesos de “flight to quality”, es decir, el que suele atraer capitales cuando se produce cualquier evento de riesgo en cualquier parte del mundo, está decepcionando severamente y, por tanto, pierde inversores adeptos al mantenimiento perpetuo de activos de deuda en cartera. Lógico, porqué aquel inversor que comprase bonos USA a 30 años el pasado mes de julio, acumula una pérdida superior al 12%, sin riesgo!… y el proceso correctivo no ha hecho más que empezar. Ustedes me dirán próximo año si llevo o no razón.
Como todos los políticos, en todos los países, el Sr Trump y también la Sra. Clinton, ofrecieron numerosos programas, medidas e intenciones políticas durante la campaña electoral, orientadas a cubrir el interés de la mayoría de los ciudadanos.
Una serie de ideas de carácter social, económico, energético, de inmigración, mentiras generales, etc. pero ninguno de los contrincantes mostró preocupación ni presentó un programa serio para control de las deudas ni para imponer límites al imposible ritmo de aumento que pretenden. Ambos saben que las deudas contraídas son impagables, menos aún con un ritmo de crecimiento del PIB tan bajo y con los tipos de interés en mínimos históricos, a menos que surja el fantasma de la inflación, pase como un vendaval y las difumine. Puede que este sea uno de los objetivos velados que los poderosos han impuesto a las autoridades y es que como dijo Camilo José Cela: “La Historia nos enseña dos cosas: que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política fue tejida por los políticos”.


©JuanJAS