martes, 5 de julio de 2016

¿Cobraremos Pensiones cuando nos llegue la hora?

Las Pensiones de la Seguridad Social nos preocupan a todos.
Muchos jubilados se preguntan ¿hasta cuando seguiremos cobrando nuestra pensión?, que nos ayuda a vivir dignamente y a ayudar a nuestros hijos. Tanto es el miedo que tienen a perderla, que muchos fueron a votar en las pasadas elecciones con una pinza en la nariz, para poder soportar el hedor que desprendía su voto.
Los que tienen trabajo y contribuyen con sus impuestos (solidaridad forzada) a que los jubilados actuales puedan cobrar, también se preguntan si cuando les llegue la fecha de su jubilación, cada vez a edad más avanzada, cobrarán alguna pensión digna del Estado.
Revisemos los últimos acontecimientos respecto al tema de las pensiones de la SS en España.

El Gobierno del PP ha extraído otros 8.700 millones de euros del Fondo de Reserva de la Seguridad Social para abonar la paga extra del mes de junio. De este modo, la dotación total de ese fondo que estaba llamado a garantizar la viabilidad futura de nuestras pensiones ha quedado reducida a apenas 25.200 millones de euros: el equivalente al 2,3% del PIB español.
En solo cuatro años y medio, el Ejecutivo de Rajoy ha tomado 56.000 millones de euros de la hucha de las pensiones (7.000 millones en 2012, 11.600 millones en 2013, 15.400 millones en 2014, 13.300 millones en 2015 y 8.700 millones en lo que llevamos de 2016), los cuales se han visto parcialmente compensados por unos ingresos de 14.000 millones de euros derivados de los intereses sobre la deuda pública en la que está invertido el fondo. En total, pues, el capital de esta caja previsional ha menguado en cerca de 42.000 millones de euros, desde el máximo de 66.800 millones alcanzado a finales de 2011.
Ciertamente, las perspectivas del fondo no son nada positivas: al ritmo actual de fagocitación, todo su capital habrá sido consumido a lo largo del primer semestre de 2018. Y lo peor es que no existen planes alternativos a esta muerte anunciada. El PP no tiene prevista ninguna reforma del sistema de pensiones, plenamente confiado en que el actual ritmo acelerado de creación de empleo terminará cuadrando el déficit de la Seguridad Social y acudiendo al rescate del menguante fondo.
Pero tal optimismo resulta infundado: es verdad que los ingresos de la Seguridad Social aumentarán durante los próximos años —si el crecimiento económico presente se mantiene—, pero sus gastos también lo harán. Por ejemplo, en el año 2015 —el período de mayor creación de empleo de toda la crisis, que difícilmente se repetirá en los ejercicios venideros— los ingresos por cotizaciones sociales se expandieron en 1.300 millones de euros, pero los gastos en pensiones se inflaron en 3.400 millones. Unas pesimistas tendencias que se están reproduciendo a lo largo de 2016: hasta mayo de este año, la recaudación por cotizaciones apenas ha mejorado en 1.000 millones de euros, mientras que los desembolsos en pensiones han aumentado en 3.500 millones.
En definitiva, la progresiva liquidación del fondo de reserva de la Seguridad Social es sólo un síntoma de los problemas estructurales mucho más graves dentro de nuestro sistema de pensiones. No estamos ante un desequilibrio transitorio que vaya a remediarse creando empleo: pues el problema esencial es que los gastos aumentan más de lo que lo hacen los ingresos. Diferir el problema no lo solventará: sólo lo pospondrá mientras nos fundimos irresponsablemente el fondo de reserva. En realidad, las soluciones mágicas no existen: o incrementamos los ingresos del sistema con más cotizaciones y más impuestos (tal como propusieron en campaña PSOE o Podemos), recortamos sus gastos en pensiones y prestaciones complementarias (ninguna formación política se atreve a defender esta opción ante la amenaza de perder el voto de los pensionistas) o se cambia el sistema de ingresos y gastos de la SS.
Lejos de cruzarnos de brazos contemplando estoicamente cómo el fondo de reserva desaparece, deberíamos estar ocupándonos de atajar aquellos agujeros presupuestarios que lo están haciendo desaparecer a un ritmo vertiginoso. Y el único camino que no pasa por sablear con mucha mayor inquina a los trabajadores y pequeños ahorradores españoles consiste en recortar los “malgastos” —infraestructuras inútiles, mordidas, comisiones ilícitas, “grasa” de la las administraciones, etc. y también aquellos gastos no esenciales de la Seguridad Social— mientras vamos preparando la transición hacia un sistema de pensiones verdaderamente sostenible: el de capitalización. Puede que no sea popular —ni populista— decirlo, pero no por ello deberíamos cerrar los ojos ante esta preocupante realidad.
Los números rojos no sólo atenazan a la Seguridad Social: el déficit público del gobierno central hasta el mes de mayo se ubicó en los 23.300 millones de euros, el equivalente al 2,08% el PIB. Las cifras son especialmente preocupantes dado que el desequilibrio presupuestario, lejos de reducirse con respecto al año pasado, aumenta: en concreto, el déficit hasta mayo fue 1.200 millones de euros superior al de 2015 (el equivalente a cuatro centésimas del PIB). De hecho, y por mostrar con todavía mayor crudeza la magnitud del desajuste, recordemos que la administración central debe cerrar 2016 con un déficit equivalente al 1,8% del PIB: por consiguiente, antes haber llegado a la mitad de este ejercicio ya estamos incumpliendo nuestros compromisos con Bruselas para la totalidad del año. Teniendo en cuanta que, entre junio y diciembre de 2015, el desequilibrio de las cuentas del gobierno central todavía se expandió en más de 8.000 millones de euros, corremos el muy serio riesgo de volver a deshonrar nuestra palabra dada a las autoridades comunitarias. Aunque el pacto de estabilidad fue incumplido por Berlín y París en 2003, Alemania mostró su malestar cuando el Ejecutivo comunitario decidió posponer cualquier castigo a España y Portugal. Aunque Francia e Italia, por la cuenta que les trae, se muestran a favor de una respuesta amable de la UE hacia España y Portugal, es imprescindible dar alguna muestra de contrición y empezar a recortar el gasto de inmediato.
Pese a los malos datos de déficit público, el coste de la deuda estatal a finales de Junio estaba en mínimos históricos. En particular, el tipo de interés del bono a 10 años llegó a cotizar sólo al 1,1%, muy lejos del 7,75% que llegamos a soportar en julio de 2012, cuando nuestro país se halló al borde de la bancarrota. Las causas que parecen estar detrás de este resultado son dos: por un lado, las cien milmillonarias inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo, las cuales se dirigen preferentemente a la adquisición de deuda pública y, por ende, a hundir los tipos de interés; por otro, el resultado de las elecciones generales del 26J, los cuales parecen haber despejado el riesgo de que el populismo tome La Moncloa en el corto y medio plazo. De esta forma, todo indica que los mercados de deuda ya han superado el pánico generado en un primer momento por el Brexit. Sin embargo, no deberíamos dormirnos en los laureles: el déficit público sigue siendo preocupantemente alto.
La canciller alemana, Ángela Merkel, ha manifestado ante sus ciudadanos que Europa debe aspirar a ser el continente más competitivo del mundo. Sin competitividad no hay bienestar posible: se hallan en un profundo error quienes creen posible mantener (o mejorar) los actuales niveles de calidad de vida sólo con subvenciones o rentas de inserción sin, al mismo tiempo, continuar incrementando el valor económico que generamos. Acaso la confusión sea previa: pensar que la única forma de mejorar la competitividad pasa por deteriorar los estándares de vida rebajando los salarios. Pero no, la competitividad también puede subir porque incrementamos nuestra productividad, esto es, la cantidad de bienes y servicios que, como media, fabrica cada trabajador. Con mayor productividad, los salarios pueden aumentar al tiempo que mejoramos nuestra competitividad. Pero el mejor camino para incrementar nuestra productividad consiste en potenciar la inversión privada en un entorno de libertad económica: y España no se caracteriza ni por promover el ahorro, ni la inversión, ni la libertad económica.
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El PP ha vaciado la hucha de las pensiones y la última extracción para ingresar la paga extraordinaria de verano ha sublevado a toda la izquierda patria: tanto PSOE como Podemos han denunciado el último y alevoso "hachazo" que Rajoy ha dado a los ahorros de todos los ingresos de los trabajadores españoles. El PP está fundiéndose el patrimonio de todos los trabajadores españoles para así retrasar al máximo la adopción de cualquier tipo de medidas conducentes a subsanar el déficit estructural de la Seguridad Social (ya sea bajar las pensiones o subir los impuestos a los españoles). Imaginen a un niño irresponsable que sistemáticamente agota la paga semanal que le han asignado sus padres y que, en lugar de plantearse cómo regularizar su situación financiera (convencer a sus progenitores de que le paguen más (si pueden) o empezar a gastar menos), opta por mantener su tren de vida, dilapidando a escondidas y sin consentimiento paterno el patrimonio familiar: ése es Rajoy.
Sucede, sin embargo, que las críticas de PSOE y de Podemos al “Fondo de reserva de la Seguridad Social” atentan contra lo que, se supone, constituye su filosofía última de organización del sistema de pensiones, a saber, el reparto intergeneracional. Cuando se aplauden las bondades de la hucha de las pensiones y cuando se rechaza su progresivo vaciamiento, lo que implícitamente se está reconociendo es que resulta positivo, necesario e inteligente contar con un fondo de ahorro para hacer frente al pago de las mismas: un fondo que si además está bien invertido proporciona réditos adicionales a lo aportado. Es decir, lo que al final PSOE y Podemos están aplaudiendo cuando defienden el Fondo de Reserva de la Seguridad Social es un sistema de pensiones basado en el ahorro, la inversión y la acumulación patrimonial: esto es, un sistema de pensiones conocido como modelo de capitalización.
Parece sencillo y evidente preguntarse:
¿Por qué la “Hucha” que debe garantizar el futuro de nuestras pensiones ha de ser gestionada por políticos, que, como estamos viendo, tienen todos los incentivos del mundo para despilfarrarla en su propio provecho electoral?
¿Por qué no permitimos que cada persona conforme su propia hucha de pensiones, y que ésta sea administrada según los intereses y necesidades de su propietario, y no según los de la casta política y burocrática que nos aplasta?
¿Por qué PSOE y Podemos protestan por la fagocitación pepera del Fondo de Reserva de la Seguridad Social pero, en cambio, se erigen en los principales opositores de cualquier transición hacia un sistema de fondos de reserva múltiples y descentralizados?
Dado que está claro que, al menos para este tema, no podemos confiar en el PP, ¿porqué deberíamos confiar en quien tanto cambia cuando crece y se hace mayor?
No, que nadie se crea que tal oposición a que todos disfrutemos de nuestra propia hucha responde a razones de solidaridad hacia aquellos que no tendrían ocasión de acumular, porqué hoy en día ya vivimos en un sistema contributivo —tanto contribuyes, tanto cobras de pensión— y precisamente para remediar tales casos extremos existen las pensiones no contributivas (que serían del todo compatibles con un sistema de capitalización).
Si PSOE y Podemos se oponen a avanzar hacia un sistema de huchas individuales al tiempo que critican al PP por sangrar la hucha común no es por solidaridad, sino por razones de poder político: las pensiones públicas (ya sean de reparto o con fondos de reserva comunes) generan dependencia del Estado y de quienes viven del Estado. Es decir, dependencia del que gobierna que controla su “clientela”. Cuando les veamos cargar enfurecidamente contra el desvalijamiento del Fondo de Reserva no piensen que están defendiendo nuestras habichuelas. Lo que en realidad defienden son las suyas.
Es una pena pero todos los que nos quedan años para la jubilación haremos bien en intentar aportar a nuestra propia “hucha”, porqué todo lo que hemos ido pagando al Estado, nuestros gobiernos no nos lo han guardado. Se lo han gastado y para cuando llegue nuestra hora de reclamar que los demás sean solidarios con nosotros como nosotros lo estamos siendo con los actuales solidarios nos responderán “de donde no hay, no puede manar”… ¡Se sienteeee!
¡Es lo que hay!

©JuanJAS