miércoles, 25 de mayo de 2016

La vieja mentira: ¡Subiremos los impuestos a los "ricos"!”

Es curioso que una sociedad que critica a los “políticos” con tanta vehemencia busque curar su decepción votando a otros que prometen cosas más peregrinas. Porque la promesa de subir impuestos a los ricos siempre resulta ser “subir a los que tienen nómina y ahorrillos”; a los que antes se llamaba clase media y cada vez son más pobres.

Uno detrás de otro, los partidos más intervencionistas, Podemos, PSOE o IU, prometen ingentes cantidades de dinero para todo tipo de gastos que pretenden financiar subiendo el impuesto a los ricos y “relajando el déficit”, es decir, endeudando más al Estado. ¿Quién les va a prestar el dinero necesario? ¿La UE, con la que el Gobierno del PP no ha cumplido el pacto de estabilidad los últimos tres años? 
¿Saben que la media histórica de exceso de gasto sobre el presupuesto ha sido del 20% en los últimos diez años?. ¿Porqué razón va a cambiar este desempeño de partidos de todos los colores?
Por cierto, ¿Cuáles han sido los ingresos durante este periodo? Siempre muchísimo menos que los gastos. Tanto que ya debemos más de lo que todos los españoles somos capaces de producir durante todo un año. Veamos el futuro...
Las estimaciones de ingresos presentadas por Podemos en el capítulo de “lucha contra el fraude” ya fueron negadas públicamente por los Inspectores de Hacienda en enero de 2015, alertando sobre “propuestas inadecuadas e imposibles” basadas en informes inexistentes.  
Aparte de mucho ruido televisivo, ¿Han aportado los estudios en los que se basan para que podamos contrastar los datos?. Si no existen, las propuestas que de ellos se deriven serán inadecuadas e imposibles de realizar y menos de cumplir.
Las estimaciones que han realizado sobre recaudación por tasas a transacciones financieras e impuestos adicionales parecen igualmente muy optimistas. En Suecia, cuando instauraron dicha tasa, se recaudó 15 veces menos de lo previsto. Querían ingresar 1.500 millones de coronas, no llegaron a 100 millones y, encima, cayó la recaudación por plusvalías.
La media de error (desviación estándar) en las estimaciones de ingresos en España ha sido de un 1% del PIB en el primer año, el 1,6% el segundo y el 1,8% el tercero. En un país donde históricamente se ha producido una desviación real entre ingresos estimados y reales ¿qué razones objetivas tenemos para esperar otra cosa?
Los incrementos de gasto producen aumentos de déficit –deuda- y estimaciones de ingresos “de los ricos” optimistas. Una ecuación que siempre termina en “subir los impuestos a todos los que pueden controlarse facilmente”.
Los políticos siempre se equivocan en los ingresos esperados y en las previsiones de déficit, con un efecto acelerador. Se equivocan más –en contra del ciudadano y del contribuyente- cada año adicional previsto.
Y encima de gastar más y subir más los impuestos, los servicios empeoran. Ha pasado siempre: Pasó antes de la crisis y sigue igual.
En España el gasto público creció un 48% en 5 años, del 2004 al 2009, y la percepción de calidad del sector público no mejoró. Mucho observatorio, mucho comité y mucha burocracia pero los resultados para la ciudadanía han sido nefastos.
¿Cómo evitamos, como ciudadanos, este incentivo perverso que tienen los políticos a equivocarse siempre en los ingresos esperados, lo que les conduce a atracar nuestros bolsillos mientras empeoran los servicios que recibimos a cambio de nuestros impuestos? 
Exigiendo desde la sociedad civil que los programas electorales no sean una carta a los Reyes Magos de un burócrata. Asumiendo que cuando se está en crisis hay que gastar lo mínimo indispensable para sobrevivir, rebajar el máximo de deuda posible para salir del atolladero e invertir bien para lograr un futuro mejor. Votar a quienes nos prometen en campaña algo que suene bonito, para desilusionarnos un año después al comprobar que no han cumplido nada de lo prometido, es tropezar una y otra vez con la misma piedra.
Necesitamos una revolución popular, no institucional. Un cambio de paradigma a mejor de todos nosotros. Una recuperación de unos valores buenos para la vida que, hasta los ancianos que fueron educados de niños en ese sistema, parecen haber borrado de su memoria.
Recuerdo un artículo de Carles Capdevila hace unos días en el diario Ara en el que loaba a una generación incomprendida: gente antigua, artesana, que parecían no entender el mundo ni el “progreso”. Se negaban a tomar créditos, encontraban sospechoso que todos pudieran comprar casa, el coche de sus sueños e irse cada verano de vacaciones —la Semana Santa la dejaban para ir a presumir al pueblo— porque de pequeños les habían enseñado, que cuando deseaban comprar algo, antes debían ahorrar el dinero necesario y luego, si aún lo deseaban, comprárselo. Ellos tenían grabado en su ADN que no debían endeudarse salvo para salvar la vida y por mucho que toda clase de charlatanes llamaran a su puerta ofreciéndoles "créditos fáciles" y "tarjetas oro", ellos seguían sin inmutarse... Seguían con su estilo de vida. Continuaban limpiando la lechuga en el fregadero en lugar de comprar los cogollos envasados en plástico y hacían un bizcocho casero en las fiestas señaladas, en lugar de comprar un pastel de colores cada domingo en la pastelería y darles a los niños bolsitas  toda clase de "dulces comestibles" para merendar.  Moldeaban su cuerpo en el trabajo y no en el gimnasio, no entraban en foros digitales porque el Facebook lo hacían en la plaza. En directo con los vecinos, amigos y quien se quisiera sumar a la tertulia. 
Aquella sabiduría de pueblo, ridiculizada o ignorada por algunos urbanitas pedantes, que les visitaban los fines de semana con su coche impagado —si sólo fuera el coche lo que “debían”— que tanto nos convendría recuperar. Recuperar ya mismo. Por suerte, esta filosofía de vida aún perdura en algunas personas sensatas, como una reliquia que ha sobrevivido a la dictadura de la modernidad, un equilibrio, una paciencia, una moderación, una aceptación del tiempo que hace y de las desgracias que nos pasan, que acaba configurando una vida sana, digna y llena de sentido común. Estas personas son un oasis en medio del desierto de una sociedad apresada por las adicciones, necesitada de etiquetas y diagnósticos, y pastillas, ansiosa, impaciente, quejosa. Pendiente de la cobertura para abrir la aplicación de móvil que nos diga si hace sol, incapaces de verlo porqué llevamos permanentemente la cabeza agachada —no sólo por el móvil— pensando que los problemas nos los arreglarán los de fuera y negándose repetidamente a comprender que nosotros con nuestro comportamiento desnortado somos los que tenemos la culpa… aunque seguramente  que buena parte de la solución, también está en nuestras manos. 
¿No será que aquella gente humilde, pero sabia a su manera, tenía razón?
Desde la transición democrática han gobernado el Estado partidos de derechas y también de izquierdas. Hace poco han aparecido “formaciones nuevas” en la arena poítica. ¿Las ha impulsado algún poder estractivo? ¿Con que fin? 
Estamos artos de vivir en escenarios llenos de corrupción e incompetencia por parte de muchos políticos electos; algunos hasta nos daban lecciones de moral cuando en realidad se comportaban como unos indecentes mentirosos. Han sido tantas las decepciones que cada vez desconfiamos más de todo y de todos, y caemos en una dinámica desmoralizadora. ¿Hay algo que hacer ante los "poderes ocultos" y cada vez más cercanos a la omnipotencia?. ¿Cuál será su motivación real y su agenda oculta? ¡Pensemos en ello!. En este caldo de cultivo corremos el riesgo de desconfiar incluso de iniciativas interesantes que aportan ideas a tomar en cuenta y de no escuchar propuestas solo porque se le ha clasificado al que las brinda, como izquierdoso extremista o neoliberal. ¿Porqué debemos juzgar negativo y desoir todo lo que proponga un individuo sólo por pertenecer a un grupo que no nos gusta?
La totalidad del mundo no es maligno. Hay muchas personas que emiten buenas propuestas y trabajan eficientemente. Lo difícil es saber identificarlas, tener la paciencia de oír sus opiniones o leer sus trabajos; analizar sus ideas, propuestas y acciones. Reflexionar y obrar en consecuencia.
Si no aprendemos que las promesas de “relajar el déficit”, “subir los impuestos a los ricos” y “retrasar el objetivo de estabilidad”, “estimular la demanda interna con gasto público” terminan en mayores impuestos, peores servicios y más asfixia burocrática, la culpa es nuestra. Si no actuamos en consecuencia el 26J,  después del verano seguiremos criticando a los “políticos” y algún listillo populista sacará otra cifra “mágica” de ingresos de la manga, y crédulamente le votaremos, aunque signifique la ilusión de recibir un mendrugo para hoy y más hambre para mañana… Y además lo hará a costa de nuestro dinero.
©JuanJAS