domingo, 18 de octubre de 2015

¿Nos cuentan hechos o nos venden opiniones?

Un principio fundamental del periodismo democrático es separar los hechos de las opiniones. ¿Cómo se demuestra que los artículos sólo citan “hechos” y no exponen “opiniones” interesadas? ¿Cómo podemos estar seguros de que los “medios de comunicación de masas” no se adelantan a los sucesos a base de mucha imaginación y suposiciones, sin tener en cuenta el límite que separa la verdad de la mentira? ¿Como podemos estar seguros de que no fabrican las noticias que les interesan que leamos o veamos para dirigir nuestra opinión? Los grandes grupos de comunicación de masas se parecen extraordinariamente a la industria de la moda del siglo XX, en la que grandes divos le decían a todo el mundo "lo que se iba a llevar la primavera siguiente". Sólo las pequeñas publicaciones y algunos Blogs se atreven a seguir estilos Zara -a través de los empleados de sus miles de tiendas auscultan a la clientela para descubrir sus gustos y fabricarlos rápidamente en pequeñas producciones a precio asequible. Son publicaciones útiles para oxigenar la mente pero atomizadas y de poca difusión. Unos pocos grandes grupos dominan el medio de la comunicación para las masas y nos tienen acostumbrados a ciertas pautas. Por ejemplo, cuando se entrecomilla un texto, lo que se afirma en el mismo se convierte en un hecho: alguien expresó su opinión. El peligro es que el periodista sólo recoja la opinión de personas afines a la ideología de los propietarios del medio, de independientes o mejor aún de contrarios que en un momento dado expresen tesis alineadas con los intereses que difunde y defiende el medio. 
Para dar imagen de imparcialidad los medios siempre procuran poner opiniones encontradas e interpretables como pertenecientes a ideologías “contrarias”. Suelen colocar estas opiniones en los primeros párrafos del texto. A continuación el lector suele encontrar opiniones más razonadas que acostumbran a parecerse más a la verdadera opinión del periodista. Así el lector tiene la sensación de que se le informa de dos hechos, cuando en realidad se le dirige sutilmente para que elija ¿libremente? una sola de las opciones como la más convincente para que termine identificándose con ella o al menos le cree una duda razonable.

En este mundo, cada día se generan miles de noticias y no caben todas en un publicación impresa, ni siquiera en una digital, por muy rápido que se actualicen en la pantalla. Por ello, no es la noticia la que hace el periódico o el Blog, sino el periódico el que hace las noticias. Los “medios de comunicación” publican varias noticias juntas en una sección, no porque el encargado de la misma sea vago o poco creativo y simplemente haya escogido al azar unas cuantas de entre las miles que publican las diferentes “agencias mayoristas” y el maquetador las haya dispuesto para que luzcan bien en la página. ¡No! Ha escogido esas y no otras, y las ha contado de esta forma y no de otra, porqué lo que quiere el periódico es transmitir una idea, una alarma, un aviso, algo que le interesa que se transmita a sus propietarios o al grupo de poder que controla el medio.
Basta con ver un telediario en una cadena de TV y compararlo posteriormente con el que ha emitido en el mismo momento otra cadena y que grabamos para poder visionarlo después. Las diferencias en el orden de las noticias (importancia) y en el enfoque de la misma (información versus opinión) son notabilísimas y no dejan lugar a dudas sobre la ideología o al menos la “intención” que alberga el círculo de poder que controla o influye en el medio.

Una noticia por separado, podría dejar al lector más o menos indiferente, pero todas juntas, repetidas machaconamente un día y otro, a todas horas, le obligan a fijarse irremediablemente en esa sección de noticias y a incrustar en su subconsciente el mensaje que quiere transmitirse, aunque su intelecto le avise que debe ponerse en alerta. Ya se sabe, hablen bien o mal es lo de menos, lo que importa es que hablen de lo que “conviene”.
Siempre se ha censurado que los diarios escriban "un ladrón gitano", "un vago andaluz", "un avaro e insolidario catalán", "un terrorista vasco", "un chulo madrileño", "un corrupto valenciano", etc. , pero imagínense que dijeran "un insolidario andaluz", "un vago catalán", "un terrorista valenciano", etc.… Lo primero es fomentar el tópico y lo segundo sería  noticia. De todas formas, ¿Qué le importa al lector donde nació toda esta gente? ¡Nada!
Sin embargo cuando los medios hablan así, lo que desean es crear un clima de preocupación, de odio, de desafección, de miedo,… alrededor de la comunidad aludida. Cada periódico o medio (TV o radio) tiene un público objetico y clientelar, cuya sensibilidad, espontánea o fabricada e influida a lo largo de los años hay que cuidar y alimentar para que se mantenga viva y útil.

Las palabras son mágicas por la forma en que influyen en la mente de quienes las oyen o leen. Las palabras se engarzan como cerezas en nuestra mente y prefiguran muchas de nuestras ideas. En el fondo, y como decía Heidegger, no somos nosotros quienes hablamos a través del lenguaje sino el lenguaje el que habla a través de nosotros.
Muchas veces hemos oído anunciar: ¡Esto es noticia!. Alguien ha “creado una noticia”, cuando todos la habían silenciado, y hacerlo bien es hacer visible esta noticia entre líneas. Recuerdo que el Editor de “Número Zero” —novela de Umberto Eco— le ordenaba al director del periódico que en sus horas libres se pusiera con los redactores a repasar los despachos de agencia y construyera páginas temáticas, haciendo surgir noticias allí donde nadie había visto ninguna.
Un periódico que se jacta de no amedrentarse al abrir la caja de los truenos, también se distingue por su capacidad para hacer frente a las críticas. Es práctica habitual que la publicación se invente cartas de lectores para que el “medio” pueda desmentirlas con rotundidad. Esta práctica común en los periódicos y la radio donde es fácil ocultar la procedencia de la “opinión discordante”, se ha disparado hasta niveles estratosféricos en las publicaciones digitales. 

El medio nunca informa cuales son sus fuentes pero invariablemente informa que sus fuentes reservadas son totalmente fidedignas y siempre da a entender que incluso son de más confianza y solvencia que el propio personaje que “critica”. Su lema es “Calumnia, que algo queda”. Nunca se muestran pruebas, ni siquiera el bloc de notas del reportero ni grabaciones –podrían ser ilegales—; pero siempre esparcen una sombra de sospecha sobre la integridad o fiabilidad del “crítico” u oponente. Las críticas suelen combatirse con declaraciones vehementes, aludiendo a un bloc de notas o grabaciones secretas y generando dudas sobre la credibilidad del “crítico replican”.
Recientemente hemos visto que un medio reaccionaba a las críticas o desmentidos “tomando nota del desmentido pero precisando que todo lo publicado se desprende de las actuaciones judiciales y, por tanto, de la imputación”. Posteriormente la instrucción terminó con el archivo de la causa, claro que el lector, en el momento del wifi rafe, no tiene ni idea y cuando se entera, si es que algún día se entera, ya no se acuerda del rifi rafe para tenérselo en cuenta ni al periodista ni al periódico. El lector tampoco sabe, y si lo sabe no suele entender como es que si estas actuaciones eran secretas, es posible que el medio tuviera conocimiento de las mismas. ¿Hasta que punto podía ser cierto lo que publicó el medio? Si lo fue. ¿Quién fue el responsable de las filtraciones? ¿Qué investigaciones se hicieron para perseguir este acto delictivo y encontrar el delincuente? ¿Se encontró el delincuente? ¿Qué pena se le impuso? ¿Cuando se cumplió la pena?, etc. El lector nunca suele obtener respuestas a esta preguntas, al menos desde las páginas de la misma publicación. 
Puede que el periodista haya hecho el trabajo solicitado por su “jefe”, pero es una faena poco ética que causa un daño irreparable. Esto suele repetirse aunque estemos delante de un hecho flagrante con datos comprobables y fácilmente desmentible, pero los medios están llenos de “veladas insinuaciones sin aportar ni datos ni hechos contrastables” y por ello, ¿de que se extrañan algunos cuando se pierde el respeto a la justicia y a los que la imparten?. Cuando alguien reclama “respeto a la separación de poderes”, muchos se limitan a esbozar una sonrisa burlona y otros no pueden abstenerse de lanzar una risotada escandalosa e irrespetuosa. 

La insinuación más eficaz es la que presenta hechos que en si no tienen ningún valor, pero que no se pueden desmentir porqué son ciertos. Pensemos en un “señor” que se queja de un maltrato que le infringe un “poder” determinado y se queja. El “poder” le replica que es un “victimista”; que siempre se está quejando y expresando sus quejas compulsivamente  siempre que tiene oportunidad de hacerlo, tanto en medios cercanos como internacionales. Si la “víctima” envía otra crítica, dan a entender que no deben publicarla para poder dejar paso a otras opiniones o ridiculizarle informando que el “victimista” sigue con su cantinela cansina introduciendo la prueba en el lector que la “víctima” en realidad es una “paranoica”. Así funciona la técnica de la insinuación velada. 

Aunque en todos los medios de comunicación de masas hay una sección de “Economía”, “Ciencia”, “Cultura”, etc. son puro relleno de la función principal del medio. No pueden hablar demasiado de temas de economía, de arte, teatro o de cultura en general, porqué el grueso de sus consumidores no son intelectuales ni suelen leer libros; como mucho alguna novelita romántica o algún diario deportivo. En todo caso llenan estas secciones con entrevistas a autores o personas “famosas” en alguna de estas áreas para que expongan sus tesis o vendan sus ”creaciones” con palabras bonitas. Muchos “likes” y pocas críticas. Algo asequible para todos los chismosos y todas las cotillas, que no están demasiado interesados en conocer el que, el como, el porqué si o el porqué no.

Así funcionan nuestros medios de comunicación cercanos, procurando confundirnos con sus opiniones propagandísticas como si fueran hechos y trabajando para que perdamos nuestra quietud interior, el contacto con nosotros mismos y dudemos de nosotros mismos y del lugar en el mundo que cada uno ocupamos. Si alguien prefiere zambullirse en una realidad paralela, en un ecosistema controlado de bienestar personal, practicando meditaciones simples con la intención puesta en obtener informaciones de distintos medios y diferentes ideologías y comunicar desde la inocencia, el juego y la intuición, buscando la libertad de sentir sin juzgar. Recordemos que la llave de la libertad es poner nuestra intención en nuestro objetivo personal, lanzarnos al cambio, experimentar sin repetirnos y hacernos responsables de nosotros mismos. De lo que hacemos bien y lo que no. 
©JuanJAS