domingo, 10 de mayo de 2015

Promesas falsas

En los últimos meses, en permanente campaña electoral, todos los políticos nos prometen crear miles de puestos de trabajo. En el pasado nos dijeron: “España va bien”. Ahora nos lo vuelven a decir y hasta puede que sea cierto, para unos más que para otros. Sin embargo, la mayoría constatamos que ya no podemos vivir al nivel que habíamos vivido hace tan sólo una década. Hemos asociado el progreso a poder “consumir novedades” y aunque las ganas por recuperar la ilusión perdida sean grandes, constatamos que seguimos sin poder hacerlo. Pese a tener mejor formación que las generaciones anteriores, los jóvenes constatan que no pueden conseguir lo que sus padres consiguieron en el terreno laboral cuando tenían su edad, ni llevar el tren de vida que llevaron mientras ellos eran pequeños, ni… Su orgullo está por los suelos.  
Para ahondar más en la herida, algunos economistas se empeñan en desmentir las informaciones del gobierno y demostrarnos con cifras y gráficos que las informaciones del gobierno, por lo menos son incompletas, y las expectativas que prometen todos los grupos políticos son erróneas e irrealizables. Demuestran que, apartando las populistas, en el mejor de los casos estos no dicen mentiras, pero no cuentan toda la verdad, con lo que alimentan falsas ilusiones y esperanzas en muchos ciudadanos. Respecto al empleo, aquellos especialistas cuentan que el porcentaje de trabajadores (en los empleos conocidos y para los cuales la mayoría de ciudadanos está capacitada) serán cada vez menos. Hay muchas razones para ello, pero la más importante es la robotización industrial de muchas de las tareas que han venido haciendo las personas.
Respecto a esta afirmación es importante tomar en consideración la evolución histórica de la humanidad y analizar como ha utilizado el avance tecnológico para mejorar la vida: 
La Revolución Industrial marcó un punto de inflexión en la historia, modificando e influenciando todos los aspectos de la vida cotidiana de una u otra manera. La producción tanto agrícola como la de la naciente industria se multiplicó a la vez que disminuía el tiempo de producción. A partir de 1800 la riqueza y la renta per cápita se multiplicó como no lo había hecho nunca en la historia, pues hasta entonces el PIB per cápita se había mantenido prácticamente estancado durante siglos. Con la Revolución Industrial, en cambio, el nivel de vida de las masas y la gente común experimentó un crecimiento sostenido. A partir de este momento se inició una transición que acabaría con siglos de una mano de obra basada en el trabajo manual y el uso de la tracción animal siendo estos sustituidos por maquinaria para la fabricación industrial y el transporte de mercancías y pasajeros. Esta transición se inició a finales del siglo XVIII en la industria textil y la extracción y utilización de carbón. La expansión del comercio fue posible gracias al desarrollo de las comunicaciones con la construcción de vías férreas, canales o carreteras. El paso de una economía fundamentalmente agrícola a una economía industrial influyó sobremanera en la población, que experimentó un rápido crecimiento sobre todo en el ámbito urbano. La introducción de la máquina de vapor de James Watt en las distintas industrias fue el paso definitivo en el éxito de esta revolución, pues su uso significó un aumento espectacular de la capacidad de producción. Más tarde el desarrollo de los barcos y ferrocarriles a vapor así como el desarrollo en la segunda mitad del XIX del motor de combustión interna y la energía eléctrica supusieron un progreso tecnológico sin precedentes. Como consecuencia del desarrollo industrial nacieron nuevos grupos o clases sociales encabezadas por el proletariado —los trabajadores industriales y campesinos pobres— y la burguesía, dueña de los medios de producción y poseedora de la mayor parte de la renta y el capital. El tipo de trabajo cambió. Muchas profesiones desaparecieron, pero se crearon otras. El que pudo adaptarse al cambio sobrevivió y mejoró y el que no, lo pasó mal; pero el número de personas empleadas no disminuyó, al contrario. 
He recordado esto porqué a menudo nuestra memoria es muy cortoplacista y al pensar sobre lo ocurrido en el pasado, tenemos la posibilidad de entender que el escenario futuro debe mirarse desde un punto de vista muy distinto a como muchos lo hacen actualmente. Al contrario de lo que pregonan algunos, en el futuro inmediato, la robotización, lejos de representar una amenaza, podría ser una ayuda que podría salvar muchos puestos de trabajo.
Ya hace muchos años que en nuestro “entorno occidental desarrollado” las empresas han tenido que tomar la decisión de enviar la producción al extranjero, para ahorrar costes. Con la ayuda de la automatización y la robótica tienen, cada vez más, la oportunidad de aumentar la eficiencia interna. Los detractores de estas tecnologías sostienen que esto equivale a un "perder-perder" para los trabajadores porqué antes, se los reemplazaba por otra persona-esclava, en un país en desarrollo, que hacía un trabajo similar al suyo por una fracción de su salario y ahora se les pretende reemplazar por un robot hiperactivo-productivo.
Sin embargo, la automatización puede ser la mejor manera de hacer crecer nuestra economía, y así proveer nuevos empleos y oportunidades a más personas. En primer lugar, robots y otras tecnologías a menudo complementan a los trabajadores en lugar de simplemente sustituirlos. Por ejemplo, nuevos robots añadidos a una línea de montaje pueden reemplazar sólo una pequeña parte de las responsabilidades de un trabajador humano, dejándolos libres para hacer otras tareas más eficientemente. Además, los mejores costos y precios que pueden obtenerse de aumentar la productividad, conducen a mayor crecimiento de las ventas, incrementando el empleo. Es un hecho que los 15 principales países industriales que emplean más robots industriales, tienen tasas de desempleo más bajas y mejor comercio internacional. Estos países saben que no pueden dormirse en los laureles porque los países con mano de obra súper barata-esclava —como China— pronto adoptarán el empleo masivo de robots. La baja productividad en la economía es una preocupación constante y es una razón clave por la qué los salarios no han crecido más rápidamente. 
Nuestro país necesita mejorar el empleo en general y mantener el ritmo de los competidores internacionales. Para ello no queda más remedio que abrazar las nuevas tecnologías, mejorar la automatización y, sí, incorporar los robots al tejido productivo y con el tiempo al social. Recordemos que la inmensa mayoría nos saltamos las “normas éticas de buen comportamiento social” y vamos en masa a comprar productos fabricados y vendidos por “chinos” sencillamente porqué son más “baratos” que los fabricados bajo “normativas de calidad y responsabilidad social occidentales” sin preocuparnos en absoluto por conocer que “normas” ni derechos humanos se han infringido en su producción. (Pueden leer aquí la noticia sobre el Día Mundial del Comercio Justo 2015)
Todos queremos vivir lo mejor posible y los políticos —más en tiempo de elecciones— se encargan de recordarnos continuamente que gracias a ellos hemos alcanzado las más altas cotas de democracia, libertad y bienestar. Nos repiten que ahora vivimos más y mejor que nunca. Algo de razón tienen, aunque no sea gracias a sus gestiones sino a pesar de ellas. 
Es cierto que vivimos más años y con mejor calidad de vida que nuestros bisabuelos, por lo menos hasta que podamos seguir comprando “pastillas” en las farmacias. Esto ha sucedido en gran parte porque la tecnología nos ha facilitado la vida, aunque hayamos vivido años de gran ansiedad cada vez que nos hemos encontrado frente a un gran cambio; máxime cuando los que deberían inspirar y estimular estos procesos no sólo no están a la altura, sino que ni siquiera se plantean el reto. 
Se dice que el saber rompe las cadenas de la esclavitud y que cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra un sistema que nos quiere tontos y sumisos. Personalmente no me preocupa que en 2020 o cuando sea, el espacio laboral disponible sea menor, más automatizado y mucho más eficiente, lo que realmente es preocupante es ver que los “dirigentes” no hacen nada para facilitar la transición. Más bien hacen como los niños: se tapan los ojos para disfrutar de la irreal ilusión de pensar que si no lo vemos, impediremos que suceda lo que no vemos. Estos impresentables aprovechan el hecho de que el ser humano necesita creer en algo, y llega a creer mentiras cuando no encuentra verdades que creer. 
España tiene un sistema educativo disfuncional que es una máquina de generar parados. Tenemos casi dos millones de estudiantes universitarios y 2,5 millones de ni-nis, que tienen un difícil acceso al mercado de trabajo porque el sistema educativo no les ha enseñado a hacer algo productivo. No todo el mundo es Einstein, pero es de cajón que algo hay enseñar a los jóvenes para que se puedan ganar la vida.
Nuestros políticos gobernantes, a lo largo de decenios no han sabido o querido asumir retos en educación y sanidad. Han permitido que un gran número de jóvenes consigan títulos universitarios y sin embargo, otros muchos no han llegado a adquirir una formación muy básica. Aun así podían ganar mucho dinero, incluso más que un universitario después de 6 años de esfuerzo. Para más INRI, poquísimos han estudiado FP que es lo que realmente más demandan las empresas nacionales. Un buen sistema educativo tendría que empezar por la guardería, que es donde se desarrollan capacidades como la curiosidad, empatía, autoestima... En el colegio-instituto, las clases se deberían estudiar en casa por Internet, porque hay medios para ello; fomentando la curiosidad, creatividad, el emprendimiento y la capacidad de autoaprendizaje. En la escuela, aclarar las dudas, las prácticas, las evaluaciones, etc.
Esperar tiempos mejores y que nos visite la suerte sirve de muy poco. La suerte aparece cuando la preparación se encuentra con la oportunidad. Para ello, además de reclamar insistentemente nuestros derechos debemos atender los deberes y esforzarnos en mejorar y trabajar con excelencia, cada uno a nuestro nivel. Las actuaciones de muchos, mayormente las de los dirigentes, hacen honor a la típica estampa española en la que los que deberían estar preparando las butacas, el escenario y las luces para que los espectadores puedan asistir a una obra novedosa de difícil comprensión y entenderla, desperdiciaran su tiempo en la plaza discutiendo de fútbol. 
Cuando uno entra en años entiende que la persona más fácil de engañar es uno mismo. Por ello tenemos que esforzarnos al máximo en no auto engañarnos. Es cierto que a veces la gente no quiere escuchar la verdad porqué no quiere que sus ilusiones se vean destruidas, pero cuanto antes aceptemos que la vida y la sociedad evolucionan porque las personas cambiamos, y que es inútil soñar aletargados con que “lo de antes volverá”, antes podremos pensar como adaptarnos, de la mejor manera posible, a lo que individualmente queramos o no, vendrá.
Estamos ante un cambio del paradigma socio-económico que pondrá a prueba la adaptabilidad del ser humano. Deberemos enterrar viejos dogmas y profesiones. Estamos en un proceso acelerado de cambio tecnológico, que hace que los empleos de baja calificación  se sustituyan por robots: Están desapareciendo las cajeras de supermercado sustituidas por máquinas y también los asesores fiscales porque ahora hay apps que hacen las declaraciones de impuestos. Más allá: ¿Vamos a tener coches autopilotados y no se precisarán taxistas o transportistas? ¿qué ocupaciones se van a demandar en los próximos años? 
La respuesta lógica es: Las que no puedan ser sustituidas fácilmente por robots o automatizarse. Todas aquellas que tengan un componente de creatividad. Por ejemplo, al menos a corto plazo, un peluquero no puede ser sustituido por una máquina, ni una persona que cuida a un dependiente, un alto ejecutivo, juez, maestro... Todo se puede aprender, incluso a ser creativo. El aprendizaje no es acumular información, sino aprender de los errores pasados, atesorar experiencia y utilizarla adecuadamente. 
Precisamos políticos inteligentes y eficientes que desarrollen políticas educativas, para interpretar lo que viene y encontrar fórmulas para crear nuevas profesiones y puestos de trabajo. El que no sirva, a otra cosa. ¿Para que votarles? Todo el que quiere algo de verdad, debe trabajar duro, no rendirse nunca, aprovechar las oportunidades y recordar que lo que hace cada uno marca su diferencia. 
Algunos se angustian cuando les falta dinero y se esfuerzan en buscar “recursos que otros han generado” para solventar sus problemas. Los políticos populistas les proponen esta opción porque es lo más fácil para ellos: más impuestos a las clases medias, a los trabajadores y a los pequeños ahorradores; que durante toda su vida se han esforzado en pensar y actuar para prevenir las épocas de vacas flacas. Este modo de actuar siempre ha conducido al pan para hoy y a cada vez más hambre para mañana. 
Para salir de este círculo vicioso, a los ciudadanos nos toca ponernos las pilas, ser proactivos y no esperar a que los otros nos quiten las castañas del fuego. Pasó el tiempo de la niñez dependiente y de la adolescencia inconformista, ha llegado el tiempo de asumir responsabilidades y de tomar las riendas de nuestra vida para intentar ver a través de la neblina que esparcen los políticos y grupos de poder; y lanzarse a navegar responsablemente por los mares turbulentos del cambio. Y, por cierto, no estaría mal que a los niños y también a algunos mayores se les volvieran a explicar los cuentos de "La lechera" y de "La cigarra y la hormiga.
©JuanJAS



Documentacción:
Adjunto la opinión de Marc Vidal  sobre el futuro del empleo con la irrupción acelerada de los robots industriales, la automatización y la informática.

Mientras se debate sobre los anuncios de aurora boreal que los gobiernos y oposiciones hacen sobre como van a crear millones de empleos, el mundo gira al revés. Salir en plena campaña electoral con un chorro de tonterías envueltas en papel celofán acerca de que en los próximos años se van a crear miles o millones de puestos de trabajo evidencia algo lastimoso. No lo digo porque no tengan intención o no crean que puedan hacerlo, hasta eso podría ser, es básicamente porque parece que viven en otro mundo y la lectura que hacen de su entorno es muy superficial.
El futuro no generará empleo, asúmanlo. El futuro inmediato (y cuando digo inmediato digo ¡ya!) se dirige irremediablemente a un mundo sin empleo, con otra consideración de que y quienes lo ejecutarán y como se va a retribuir todo ello. De lo que tienen que hablar estos señores, de la derecha, de la izquierda, de lo nuevo y de lo viejo, de la casta y de la anticaspa, todos, es de cómo piensan estructurar un país, un continente, una ciudad o un barrio ante la absoluta paralización del mercado laboral como ahora lo entendemos.
Donde algo lo pueda hacer un robot, lo hará y donde menos te lo esperes. Quien decide no es el trabajador, ni siquiera el empresario, ni un gobierno hipotético poniendo cuotas de humanos en una fábrica, supermercado u hospital, ni un deseo, ni un anhelo, quien lo decide es el que consume todo ello. Si es más barato, rápido y eficiente, será. Y, hay que decirlo, ahora mismo, casi nada (y cuando digo casi nada es por no decir nada directamente), un humano es mejor que una máquina. Es cierto y negarlo es no haber investigado mucho el tema o querer vivir en el romanticismo aquel que asemeja lo que es humano a algo más ‘cierto’ y sensible. Cuidado con poner según que adjetivos. He visto más sensibilidad en el comportamiento de Watson que en el de muchas ‘personas’.
Y es que esto va rápido. Muy rápido. Tan rápido que muchos lo vivimos en el día a día cuando consumimos, compramos, viajamos o leemos. Empresas en las que precisábamos equipos de 20 personas para un desarrollo cualquiera ahora son de 4 y se apoyan en ‘doing intelligence’, software que automatiza todo a través de inteligencia artificial.
Ayer, el South China Morning Post informó que Shenzhen Evenwin Precision Technology Co., una empresa de fabricación que hace piezas de teléfonos celulares y otros aparatos electrónicos, tiene la intención de sustituir a aproximadamente el 90 por ciento de su fuerza laboral de 1.800 personas con máquinas. La compañía ha planeando gastar 322 millones de dólares en una nueva fábrica en Dongguan que utilizará ‘sólo los robots para la producción’ y dónde el asunto de ‘las condiciones laborales’ pasará a mejor vida. Lo curioso es que en la noticia dicen, que ‘de momento’, 200 humanos vigilarán las máquinas. Al final, un software, vigilará con lo que de 200, pasaremos a 1.
Es un ejemplo que se extiende por todas partes, y que en otros países también está acelerando. Parece que China ha decidido tomar la delantera en este tema no obstante con la importancia que esto supone y la urgencia de adaptación del resto de países que quieran ser competitivos. China quiere llegar a la robotización de toda su producción. En 2017 está previsto que sea el país con mayor número de robots en fábricas del planeta superando a Estados Unidos, Alemania o Japón según la Federación Internacional de Robótica.
No es preciso ir muy lejos aunque muchos digan que seguimos una especie de guión de Asimov. Allí donde Amazon tiene almacenes, poco a poco puedes ver cosas como la del video que acompaña aquí abajo. Durante un debate en televisión el pasado viernes, alguien me dijo que ‘eso de que los robots se encarguen de tareas humanas de forma masiva era algo de ciencia ficción’. Era profesora de una importante escuela de negocios. Pues eso.
La Federación Internacional de Robótica estima que en 2014 se vendieron alrededor de 225.000 robots industriales en todo el mundo, 27% más que el año anterior. Los cálculos oficiales apuntan a la instalación de sistemas automatizados puede destruir unos 30.000 empleos a la vez las empresas implicadas aumentan su volumen anual de ventas hasta en 4.880 millones de dólares. ¿A que parece lógico que la vida mejore si sabemos cómo adaptarnos a ese punto de eclosión? Más dinero, más producción, mejor calidad y menos horas trabajando. Me recuerda a aquel momento de la Revolución (le llamaron crisis) Industrial
El mundo, incluida España, Irlanda, Camerún o Chile, da igual, verá en una década que crear empleo será una quimera y que la única salida será adaptar nuestro modelo de vida y equilibrar su riqueza antes de que estalle todo. No nos dirigimos a un escenario de creación de empleo, eso es poner películas de Buñuel con un cartel de ‘estreno’. Que habrá momentos en los que si, claro. Que los porcentajes actuales son fáciles de mejorar con acciones puntuales o estacionales, también relativamente. Que aun no estamos en ese ‘futuro perfecto’, evidentemente, pero que en 2018 vaya a haber muchísimo más empleo disponible es sencillamente imposible. En las listas de ofertantes a nuevos empleos hay más robots que humanos.

De lo ilusionante que puede ser un mundo donde la tecnología nos facilite la vida a la ansiedad que produce pensar que no nos preparemos o adaptemos a todo ello hay una fina gasa. La que se ponen en los ojos los que deberían inspirar y estimular este proceso.