viernes, 7 de noviembre de 2014

La democracia es el diálogo entre adversarios

Se dice que la nobleza de la política reside en la lucha por defender aquello en lo que crees y en animar a otros a luchar por mantener lo mejor de nuestra vida en común como pueblo. Algunos pensamos que muchos de los que se dedican a la política no están adecuadamente formados para desempeñar las labores que corresponden a los cargos que ostentan. Ni hacen política de verdad ni saben como gestionar sus cometidos adecuadamente.
Los outsiders permanentemente soñamos con que un gobierno de tecnócratas lo harían mucho mejor. Pensamos que podrían irrumpir en el juego político para sustituir a tanto “enchufado-designado” y sacarnos del atolladero; pero esto tampoco sería una buena solución. La política requiere una serie de habilidades específicas que no todo el mundo atesora. Hay una serie de trucos que hay que aprender antes de saltar al ruedo político. Por ejemplo, los políticos están acostumbrados a no responder nunca a lo que se les pregunta, sino a lo que les gustaría a ellos que les hubieran preguntado. Para los políticos nada de lo que hacen está mal. No les hace falta abuela que les precie. Tienen una mezcla de ego y sinvergonzonería especial. Nunca reconocen haber perdido contienda alguna; siempre le dan la vuelta a la tortilla y cuentan cualquier historia de forma que les encumbre. El efecto en la ciudadanía importa menos o incluso nada.
Los outsiders tenemos un problema. Pensamos que una vida vivida a la defensiva no es una vida vivida con plenitud, pero también somos conscientes que la política es el arte de lo posible, pero ahora. Ni más tarde, ni mañana. Ahora. No es suficiente con tener ideas, ni siquiera buenas ideas. Si no se está preparado para actuar y ponerlas en práctica en el momento adecuado, no sirven para nada.
En los últimos años, la política española se ha convertido en algo muy trivial y muy desagradable. Los políticos viven en su burbuja particular. En lugar de gobernar, viven obsesionados con historias que no son las más importantes para los ciudadanos. Los medios de comunicación y sus tertulianos nos aburren machaconamente con noticias del Star-system político que no nos interesan nada y nos niegan el verdadero debate que si nos importa. Nos someten a una especie de anestesia que provoca un gran desinterés del ciudadano medio por la política, nos cansa y nos aburre y al sentirnos manipulados y engañados nos impele a no participar, a desentendernos, a desconfiar de todo y de todos.
Por otro lado los outsiders nos negamos a ser utilizados, a que nos mientan, a que se nos niegue la posibilidad de dialogar constructivamente, a expresar nuestros pareceres, a emitir democráticamente nuestro voto las pocas veces que se nos permite emitirlo. Tenemos tanta necesidad insatisfecha de participar democráticamente como ciudadanos, que en un momento dado incluso nos atrevemos a desobedecer leyes o instrucciones que entendemos injustas. Aunque sólo sea por preservar nuestra dignidad ofendida y hacer notar nuestro enfado. Seguro que si no lo hiciéramos así nos dirían: “¡Veis como es cosa de sólo unos pocos iluminados!”
Por ello y también por muchas otras cosas, el domingo muchos participaremos en la “pseudoconsulta”, porqué el gobierno español no tenido la voluntad política de permitir que se celebre un referéndum con una pregunta acordada, que permitiera a todos los catalanes expresar democrática y legalmente su parecer. Iremos a votar para dejar claro que no nos gusta como tratan a nuestra nación los que gobiernan España. No asistiremos al acto participativo con rencor ni por odio sino sólo para expresar libremente nuestra opinión sobre el futuro político que queremos para nuestra nación catalana. 
Votaremos Sí - Sí porque queremos ser libres y decidir con quién queremos vivir, aunque después negociemos con el gobierno de España unas reglas de convivencia, de igual a igual, buenas y fructíferas para todos. Queremos ser “hermanos” pero no queremos sentirnos más tratados como "primos".
Parece que muchos políticos españoles no distinguen entre el enemigo y el adversario. Si no se respeta al adversario, al final a lo que asistimos es a un circo romano. Es un espectáculo desagradable que indica que algo estamos haciendo mal. Por eso, mucha gente está asqueada con la política. Olvidamos que en política también hay reglas y que no está reñida con la moral ni con la honestidad. La batalla entre enemigos es la guerra, en cambio la democracia es el antagonismo estructurado, el diálogo entre adversarios. Porque además hay que recordar siempre que el que es tu adversario hoy, puede ser tu aliado mañana.
En España, tenemos un Estado multinacional y la única manera de mantener la unidad nacional es si los catalanes y el resto de españoles nos tratamos como adversarios y no como enemigos. No debemos olvidar que en España, también en Catalunya, hay gente que están comprometidos con una idea de país diferente a la nuestra, pero no son nuestros enemigos. Simplemente no estamos de acuerdo sobre el modelo de país en el que queremos vivir, pero eso es normal y la democracia tiene que ser capaz de dar cabida a desacuerdos de este tipo. Lo importante es mantenerlo al nivel de una disputa democrática y no una guerra civil. Por eso, no debería haber enemigos en el Parlamento español, catalán ni en ningún otro.
En medio de todo este marasmo, ya se sabe… “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Aparecen los salvadores de la patria.
Los populistas, de derechas o de izquierdas, son muy hábiles detectando los problemas reales que tiene la ciudadanía y erigiéndose en sus portavoces. La verdad es que tampoco hace falta ser un lince para ello, basta con escuchar y empatizar. El problema es que suelen ofrecer soluciones falsas a problemas reales.
En España hay grandes problemas: Crisis económica, corrupción entre la clase política y empresarial y también de un modo diferente y en un grado tal vez menor en el resto de la sociedad, desempleo, enfado con los inmigrantes…, y la gente sentimos que los partidos tradicionales no nos ofrecen soluciones reales. Esta situación tan insostenible genera tristeza y desánimo. La situación es dramática. Los políticos deben entender que no basta con la voluntariedad y un micrófono, hay que tener un nivel adecuado de preparación.
La democracia no sobrevive sin soluciones a los problemas reales.
Si queremos una España libre de grandes conflictos, tenemos que querer que haya ”emigrantes” en nuestras calles. No emigrantes que vengan sólo a beneficiarse del estado de bienestar que tanto les ha costado conseguir a nuestros padres, a nuestros abuelos y a nosotros mismos, sino emigrantes que vengan a trabajar duro y a contribuir con sus impuestos al mantenimiento de este estado del bienestar que está cada vez más en peligro de sobrevivir. No podremos tener una globalización moral a menos que resolvamos la cuestión migratoria. El miedo y la fobia a la inmigración son una vergüenza propiciada por gobiernos mediocres sin cabida en la economía global. También es una vergüenza no hablar claro y dejar las cosas claras. Los inmigrantes emigran porqué esperan encontrar en el país de acogida lo que no han podido encontrar en su país de nacimiento y para ello deben colaborar para conservar y mejorar lo que el país de acogida les permite conseguir.
En el tema de la desigualdad tampoco se termina de dar el salto de la retórica a la acción. El problema fundamental es la falta de reformas fiscales justas. No puede ser que en las democracias liberales sean las clases medias las que soporten el peso del Estado. No puede consentirse que las grandes empresas no paguen su parte de impuestos; esto es un escándalo. Sólo la extrema izquierda propone de verdad una mayor carga fiscal para los “verdaderamente ricos”. Yo defiendo el capitalismo y no creo que sea el Estado el que deba redistribuir todo, pero también creo que todo el mundo, y repito, todo el mundo, tiene que pagar la parte que justamente le corresponde. Si no resolvemos la crisis fiscal, nos enfrentaremos a un problema global muy serio. 
Si no hay justicia social, el sistema simplemente no va a funcionar. Los pobres de necesidad pero también los “caraduras, aprovechados y pedigüeños” no pagan nada ni contribuyen en nada al mantenimiento del estado del bienestar y seamos conscientes que si uno quiere con algo o de alguna manera puede contribuir, no sólo recibir. Los políticos convencionales (ni los de derechas ni los de izquierdas) no consiguen que los realmente ricos ni las grandes empresas paguen lo que les corresponde. Resultado, los únicos que pagan y contribuyen son las clases medias. Contribuyen cuando, con su esfuerzo, ganan dinero y pagan otra vez más cuando se abstienen de despilfarrarlo y lo guardan, para cuando lo necesiten en el futuro, ellos o sus familias. Por último vuelven a pagar cuando dejan sus ahorros en herencia a sus hijos. Que nadie crea que sólo pagan las grandes fortunas como nos repiten una y otra vez los políticos, porque es mentira. Ni los pobres ni los ricos pagan, pagan las clases medias.
Esta política injusta que hace que prácticamente sólo contribuyan al mantenimiento del estado del bienestar nos pocos que trabajan y son fáciles de controlar por el aparato recaudatorio estatal, fomenta que la gente apoye a los políticos populistas; aunque comprendan que, incluso con esta acción de castigo a los políticos convencionales, les seguirá tocando pagar la fiesta sólo a ellos.
Está claro que la mayoría de los políticos actuales han perdido representatividad moral porqué fueron elegidos para cumplir unos programas y no lo han hecho. Porqué es vergonzoso la cantidad de corruptos e imputados a causa de prevaricar jugando con los ricos y enriqueciéndose con los fondos públicos o invirtiéndolos inadecuadamente.
Los últimos 15 años han sido malos para los derechos humanos. Algunos grupos han secuestrado gente, torturado, invadido otros países, rechazado a inmigrantes, etc. La gente se sigue muriendo de hambre en cifras tan altas que en comparación, la epidemia del Ébola es un juego de niños. Si queremos vivir un futuro decente tenemos que ser realistas, autocríticos y hablar claro. No basta con gestionar el poder ni gobernar a golpe de Constitucional, hay que hacer política y dialogar. Si no lo hacen, acabaremos mal y ya se sabe, cuando las visceralidades emergen, todos sufrimos.
Por favor, ¡Sentido común y seny! 

©JuanJAS