Se dice que la nobleza de la política reside en la lucha por defender aquello en lo que crees y en animar a otros a luchar por mantener lo mejor de nuestra vida en común como pueblo. Algunos pensamos que muchos de los que se dedican a la política no están adecuadamente formados para desempeñar las labores que corresponden a los cargos que ostentan. Ni hacen política de verdad ni saben como gestionar sus cometidos adecuadamente.
Los outsiders permanentemente
soñamos con que un gobierno de tecnócratas lo harían mucho mejor. Pensamos que
podrían irrumpir en el juego político para sustituir a tanto
“enchufado-designado” y sacarnos del atolladero; pero esto tampoco sería una
buena solución. La política requiere una serie de habilidades específicas que no
todo el mundo atesora. Hay una serie de trucos que hay que aprender antes de
saltar al ruedo político. Por ejemplo, los políticos están acostumbrados a no
responder nunca a lo que se les pregunta, sino a lo que les gustaría a ellos
que les hubieran preguntado. Para los políticos nada de lo que hacen está mal.
No les hace falta abuela que les precie. Tienen una mezcla de ego y
sinvergonzonería especial. Nunca reconocen haber perdido contienda alguna;
siempre le dan la vuelta a la tortilla y cuentan cualquier historia de forma
que les encumbre. El efecto en la ciudadanía importa menos o incluso nada.
Los
outsiders tenemos un problema. Pensamos que una vida vivida a la defensiva no
es una vida vivida con plenitud, pero también somos conscientes que la política
es el arte de lo posible, pero ahora. Ni más tarde, ni mañana. Ahora. No es
suficiente con tener ideas, ni siquiera buenas ideas. Si no se está preparado
para actuar y ponerlas en práctica en el momento adecuado, no sirven para nada.
En los
últimos años, la política española se ha convertido en algo muy trivial y muy desagradable.
Los políticos viven en su burbuja particular. En lugar de gobernar, viven obsesionados
con historias que no son las más importantes para los ciudadanos. Los medios de
comunicación y sus tertulianos nos aburren machaconamente con noticias del
Star-system político que no nos interesan nada y nos niegan el verdadero debate
que si nos importa. Nos someten a una especie de anestesia que provoca un gran
desinterés del ciudadano medio por la política, nos cansa y nos aburre y al sentirnos
manipulados y engañados nos impele a no participar, a desentendernos, a
desconfiar de todo y de todos.
Por
otro lado los outsiders nos negamos a ser utilizados, a que nos mientan, a que
se nos niegue la posibilidad de dialogar constructivamente, a expresar nuestros
pareceres, a emitir democráticamente nuestro voto las pocas veces que se nos
permite emitirlo. Tenemos tanta necesidad insatisfecha de participar
democráticamente como ciudadanos, que en un momento dado incluso nos atrevemos
a desobedecer leyes o instrucciones que entendemos injustas. Aunque sólo sea
por preservar nuestra dignidad ofendida y hacer notar nuestro enfado. Seguro
que si no lo hiciéramos así nos dirían: “¡Veis como es cosa de sólo unos pocos
iluminados!”
Por ello y también por muchas otras cosas, el domingo muchos
participaremos en la “pseudoconsulta”, porqué el gobierno español no tenido la
voluntad política de permitir que se celebre un referéndum con una pregunta
acordada, que permitiera a todos los catalanes expresar democrática y
legalmente su parecer. Iremos a votar para dejar claro que no nos gusta como tratan a nuestra nación los que
gobiernan España. No asistiremos al acto
participativo con rencor ni por odio sino sólo para expresar libremente nuestra opinión sobre el futuro político que queremos para nuestra nación catalana.
Votaremos Sí - Sí porque queremos ser
libres y decidir con quién queremos vivir, aunque después negociemos con el
gobierno de España unas reglas de convivencia, de igual a igual, buenas y
fructíferas para todos. Queremos ser
“hermanos” pero no queremos sentirnos más tratados como "primos".
Parece
que muchos políticos españoles no distinguen entre el enemigo y el adversario.
Si no se respeta al adversario, al final a lo que asistimos es a un circo romano.
Es un espectáculo desagradable que indica que algo estamos haciendo mal. Por
eso, mucha gente está asqueada con la política. Olvidamos que en política también
hay reglas y que no está reñida con la moral ni con la honestidad. La batalla
entre enemigos es la guerra, en cambio la democracia es el antagonismo
estructurado, el diálogo entre adversarios. Porque además hay que recordar
siempre que el que es tu adversario hoy, puede ser tu aliado mañana.
En
España, tenemos un Estado multinacional y la única manera de mantener la unidad
nacional es si los catalanes y el resto de españoles nos tratamos como adversarios
y no como enemigos. No debemos olvidar que en España, también en Catalunya, hay
gente que están comprometidos con una idea de país diferente a la nuestra,
pero no son nuestros enemigos. Simplemente no estamos de acuerdo sobre el modelo
de país en el que queremos vivir, pero eso es normal y la democracia tiene que
ser capaz de dar cabida a desacuerdos de este tipo. Lo importante es mantenerlo
al nivel de una disputa democrática y no una guerra civil. Por eso, no debería
haber enemigos en el Parlamento español, catalán ni en ningún otro.
En
medio de todo este marasmo, ya se sabe… “A río revuelto, ganancia de
pescadores”. Aparecen los salvadores
de la patria.
Los
populistas, de derechas o de izquierdas, son muy hábiles detectando los problemas
reales que tiene la ciudadanía y erigiéndose en sus portavoces. La verdad es
que tampoco hace falta ser un lince para ello, basta con escuchar y empatizar.
El problema es que suelen ofrecer soluciones falsas a problemas reales.
En España
hay grandes problemas: Crisis económica, corrupción entre la clase política y
empresarial y también de un modo diferente y en un grado tal vez menor en el
resto de la sociedad, desempleo, enfado con los inmigrantes…, y la gente
sentimos que los partidos tradicionales no nos ofrecen soluciones reales. Esta
situación tan insostenible genera tristeza y desánimo. La situación es
dramática. Los políticos deben entender que no basta con la voluntariedad y un
micrófono, hay que tener un nivel adecuado de preparación.
La
democracia no sobrevive sin soluciones a los problemas reales.
Si
queremos una España libre de grandes conflictos, tenemos que querer que haya
”emigrantes” en nuestras calles. No emigrantes que vengan sólo a
beneficiarse del estado de bienestar que tanto les ha costado conseguir a
nuestros padres, a nuestros abuelos y a nosotros mismos, sino emigrantes que
vengan a trabajar duro y a contribuir con sus impuestos al mantenimiento de
este estado del bienestar que está cada vez más en peligro de sobrevivir. No
podremos tener una globalización moral a menos que resolvamos la cuestión
migratoria. El miedo y la fobia a la inmigración son una vergüenza propiciada
por gobiernos mediocres sin cabida en la economía global. También es una
vergüenza no hablar claro y dejar las cosas claras. Los inmigrantes emigran
porqué esperan encontrar en el país de acogida lo que no han podido encontrar
en su país de nacimiento y para ello deben colaborar para conservar y mejorar
lo que el país de acogida les permite conseguir.
En el
tema de la desigualdad tampoco se
termina de dar el salto de la retórica a la acción. El problema
fundamental es la falta de reformas fiscales justas. No puede ser que en las
democracias liberales sean las clases
medias las que soporten el peso del Estado. No puede consentirse que
las grandes empresas no paguen su parte de impuestos; esto es un escándalo. Sólo
la extrema izquierda propone de verdad una mayor carga fiscal para los “verdaderamente
ricos”. Yo defiendo el capitalismo y no creo que sea el Estado el que deba
redistribuir todo, pero también creo que todo el mundo, y repito, todo el
mundo, tiene que pagar la parte que justamente le corresponde. Si no resolvemos
la crisis fiscal, nos enfrentaremos a un problema global muy serio.
Si no hay
justicia social, el sistema simplemente no va a funcionar. Los pobres de
necesidad pero también los “caraduras, aprovechados y pedigüeños” no
pagan nada ni contribuyen en nada al mantenimiento del estado del bienestar y
seamos conscientes que si uno quiere con algo o de alguna manera puede
contribuir, no sólo recibir. Los políticos convencionales (ni los de
derechas ni los de izquierdas) no consiguen que los realmente ricos ni las grandes empresas paguen lo que les corresponde. Resultado,
los únicos que pagan y contribuyen son las clases medias. Contribuyen cuando,
con su esfuerzo, ganan dinero y pagan otra vez más cuando se abstienen de
despilfarrarlo y lo guardan, para cuando lo necesiten en el futuro, ellos o sus
familias. Por último vuelven a pagar cuando dejan sus ahorros en herencia a sus
hijos. Que nadie crea que sólo pagan las grandes fortunas como nos repiten una
y otra vez los políticos, porque es mentira. Ni los pobres ni los ricos pagan,
pagan las clases medias.
Esta política
injusta que hace que prácticamente sólo contribuyan al mantenimiento del estado
del bienestar nos pocos que trabajan y son fáciles de controlar por
el aparato recaudatorio estatal, fomenta que la gente apoye a los políticos
populistas; aunque comprendan que, incluso con esta acción de castigo a los
políticos convencionales, les seguirá tocando pagar la fiesta sólo a ellos.
Está
claro que la mayoría de los políticos actuales han perdido representatividad moral
porqué fueron elegidos para cumplir unos programas y no lo han hecho. Porqué es
vergonzoso la cantidad de corruptos e imputados a causa de prevaricar jugando
con los ricos y enriqueciéndose con los fondos públicos o invirtiéndolos
inadecuadamente.
Los
últimos 15 años han sido malos para los derechos humanos. Algunos grupos han secuestrado
gente, torturado, invadido otros países, rechazado a inmigrantes, etc. La gente
se sigue muriendo de hambre en cifras tan altas que en comparación, la epidemia
del Ébola es un juego de niños. Si queremos vivir un futuro decente tenemos que
ser realistas, autocríticos y hablar claro. No basta con gestionar el poder ni
gobernar a golpe de Constitucional, hay que hacer política y dialogar. Si no lo
hacen, acabaremos mal y ya se sabe, cuando las visceralidades emergen, todos sufrimos.
Por
favor, ¡Sentido común y seny!
©JuanJAS