viernes, 23 de mayo de 2014

ELECCIONES EUROPEAS. ¡Por los cerros de Úbeda!

En el siglo XIII, durante la Reconquista Española, cuando las tropas del rey Fernando III el Santo estaban a punto de atacar la ciudad de Úbeda (Jaén – España), uno de los capitanes del ejército desapareció antes del combate. Cuando la batalla finalizó, el capitán reapareció. Al preguntarle dónde había estado, el capitán dijo que se había perdido por los cerros.
Al principio esta expresión se asociaba con la cobardía de las personas, pero más adelante su significado cambió y hoy en día se usa esta expresión para definir una situación en la que alguien dice algo que es incongruente o que está fuera del propósito de la conversación (habla sobre otra cosa no relacionada con la conversación). O también que alguien divaga (empezar hablando de una cosa y terminar hablando de otras muy distintas) o que se pierde en el racionamiento de algo.
La expresión “perderse por los cerros de Úbeda” viene como anillo al dedo, porque es exactamente lo que han hecho los aspirantes a eurodiputados españoles.

¿Saben ustedes en qué consiste el proyecto TTIP?
El “Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones” es un acuerdo “llamado a cambiar el curso de la historia europea, marcando el fin de un ciclo”. Algunos opinan que si este acuerdo se adopta, “Europa, como proyecto social, económico, político y cultural está acabada”.
Parece un tema principal, ¿Verdad?
¿Sobre qué se ha debatido esta semana en la quinta ronda de negociaciones sobre el Tratado Comercial entre EEUU y la UE? ¿Quiénes forman parte del grupo de expertos que las dirigen?
En la campaña para las elecciones europeas que hoy termina, sólo he oído nombrar este acuerdo y la necesidad de que fuera defendido adecuadamente en Europa a Ramón Tremosa. A nadie más, ni en la derecha ni en la izquierda ni en las periferias.
El debate es prácticamente inexistente y este asunto tan importante queda totalmente desapercibido para la opinión pública. Si los ciudadanos no son conscientes de su existencia y menos de su importancia no exigirán que se convoque un referéndum para que puedan decidir por si mismos.
Las negociaciones se están llevando a cabo con mucho secretismo. Los acuerdos no se están haciendo públicos y los nombres del grupo de expertos europeos que están tratando el tema permanecen en el anonimato. La opacidad es tremenda y verdaderamente excepcional, lo cual es muy grave porque este acuerdo será decisivo en la geopolítica mundial.
Sus defensores argumentan que el acuerdo sería beneficioso para el crecimiento económico, aumentaría la libertad económica y fomentaría la creación de empleo. En cambio, para los críticos, el tratado aumentaría el poder de las grandes empresas y desregularizaría los mercados de una forma sin precedentes, al tiempo que los gobiernos tendrían muchos problemas para legislar en beneficio de sus ciudadanos y se limitaría el poder de los sindicatos en favor de los empresarios.
No se conocen detalles concretos de las negociaciones y sólo algunos documentos filtrados desde las propias instancias europeas han permitido ir desgranando los pilares del futuro acuerdo. En un documento divulgativo Alberto Garzón critica que “el negociador principal de la parte europea [el español Ignacio García Bercero] reconoció en una carta pública que todos los documentos relacionados con las negociaciones estarían cerrados al público durante al menos treinta años”.
Concretamente, añade el diputado, “aseguró que esta negociación sería una excepción a la Regla 1049/2001 que establece que todos los documentos de las instituciones europeas han de ser públicos. Asimismo, el comisario De Gucht aseguró en el Parlamento Europeo que la negociación del TLC debía tener grado de confidencialidad y negó la función de negociación al Parlamento, lo que supone un ataque más a la ya escasa democracia en el seno de la Unión Europea”.
La principal razón del supuesto secretismo en torno al tratado son varias, pero principalmente  el miedo al rechazo de la ciudadanía cuando sea consciente del impacto que tendrá en el modelo social europeo. La única contraofensiva mediática que proponen es la de seguir una estrategia de información consistente en recurrir a un leguaje técnico para evitar la polémica y de este modo desalentar la encuesta pública. Se trata de una estrategia consciente de desinformación, consistente en contar lo menos posible y cuanto menos claro mejor.
En la memoria de los “lobbies y tecnócratas” que promueven el acuerdo resuenan los ecos del rechazo ciudadano en los países donde se realizaron referéndums vinculantes sobre la Constitución Europea, como Francia, Holanda o Irlanda (en primera instancia). Un fracaso que tuvo que corregirse mediante la sustitución del proyecto de la carta magna europea por el Tratado de Lisboa, ratificado directamente por los representantes de los Estados miembros de la UE.
El TTIP no es más que un intento de restituir el viejo Acuerdo Trasatlántico, que data de 1995. Un proyecto que tuvo que ser descartado por el fuerte rechazo social a ambas partes del Atlántico, y que fue el germen del denominado movimiento antiglobalización. No quieren que se vuelvan a repetir protestas como la famosa Batalla de Seattle (con motivo de la cumbre de la OMC que tuvo lugar en esta ciudad norteamericana en diciembre de 1999). Un riesgo que ahora es mayor porque se trata del mismo proyecto de 1995 pero ampliado, pues concierne a todo el paquete de relaciones comerciales entre EEUU y la UE.
La industria del automóvil, la farmacéutica, el sector financiero o el agrario serán los que se vean más directamente afectados. El TTIP busca la eliminación y armonización a la baja de normas sociales, laborales y ambientales que aún por el momento son garantes de la protección y de los derechos de las poblaciones y del medioambiente. Si se permite que este tratado comercial se firme será la mayor transferencia de poder al capital que hemos visto en generaciones.
Puede que un grupo considerable de europarlamentarios planten cara cuando se trate de aprobar el acuerdo aunque  no pueden hacer nada más que denunciarlo porque no tienen poder para más. El Parlamento europeo tiene las manos atadas.
La desaparición del mercado único europeo o la modificación de sus estructuras para adaptarlas a las normas comerciales norteamericanas se producirá de forma progresiva, extendiéndose, posiblemente, a lo largo de toda una década. Ningún Gobierno europeo va a renunciar de un día para otro, por ejemplo, a las subvenciones de la Política Agraria Común (PAC), pero sí si esto se hace mediante un plan regresivo de varios años…
Estoy seguro de que van a alargar lo máximo posible las negociaciones para enfriar el debate público, al igual que se están esperando que pasen las elecciones europeas para adoptar nuevas medidas de ajuste estructural que significarán otra vuelta de tuerca en la regresión social. Unas decisiones, tanto o más drásticas como las tomadas hasta ahora bajo el paraguas de las políticas de austeridad, pues “el objetivo es privatizar todos los servicios públicos y acabar con el concepto de interés general para americanizar Europa”.
Las incógnitas respecto al futuro inmediato de la UE, ya no sólo debido al acuerdo trasatlántico, sino a la crisis del euro y a las “recetas de desmantelamiento del estado de bienestar”, son cada vez menos esperanzadoras. La única forma de salvar la construcción europea pasa por una renegociación conjunta tanto del sistema institucional como del económico.
Este gran desafío europeo pasa por la construcción de políticas comunes de protección de los servicios públicos, de construcción de un interés general europeo, de protección de las identidades nacionales, de respeto a la soberanía popular, de democracia y de creación, a largo plazo, de una verdadera República europea. Estas medidas no forman parte del camino elegido por las instituciones y los gobiernos actuales de Europa.
La única esperanza está en “los pueblos, quienes por cultura y tradición de lucha, quieren el bienestar social y la paz. Si no perdiéramos la mitad del tiempo discutiendo entre nosotros sobre el sexo de los ángeles y la otra mitad chismorreando sobre las declaraciones trasnochadas del ministro de turno, tal vez podríamos pedir que nuestros eurodiputados defendieran el estado de bienestar europeo que tantos esfuerzos costó conseguir.
Estas cosas parecen lejanas, pero de ellas depende nuestro porvenir y el de nuestros descendientes y aunque muchos de ellos parezcan no estar preocupados, por el bien de todos, más vale prevenir que curar.

©JuanJAS