martes, 27 de noviembre de 2012

¿Qué talla tienen los políticos catalanes?

Por suerte, no deberemos esperar mucho para desentrañar esta incógnita.
Después de que prácticamente el 70% de los catalanes con derecho a voto, lo ejercieran en las urnas el pasado 25 de noviembre, ha quedado claro que para que pueda formarse un gobierno eficiente, es absolutamente necesario que los políticos dejen el partidismo y establezcan pactos de legislatura para servir al país.


En las pasadas elecciones parece claro que una gran mayoría de los catalanes ha hecho oír su voz con la voluntad de que:

· La gestión de los asuntos públicos se haga desde diversas sensibilidades políticas.

· Sean consultados sobre su futuro político (dret a decidir, nou estat d'Europa, etc).
· Sea Artur Mas, con más de la tercera parte de votos útiles en el Parlament, el que ostente el liderazgo para llevar a cabo los anteriores mandatos. A él le corresponde formar un gobierno que sea el espejo de este doble encargo. Los 50 diputados que ha obtenido CiU la obligan a dejar de pensar en clave de partido y a priorizar el bienestar y el proyecto colectivo.

El nuevo gobierno debería dejar el partidismo para servir al país y también deberían hacerlo el resto de partidos; al menos los claramente soberanistas. Estas formaciones políticas deben tener la suficiente madurez para facilitar la labor del líder en la consecución de este gobierno plural que los catalanes han requerido. Las restantes formaciones soberanistas y sus líderes, perderán mucha credibilidad, si no se suman a la tarea de impulsar, desde el gobierno diario, los mandatos que esta gran mayoría de catalanes les han otorgado con su voto. Defender la soberanía o la independencia no puede desligarse bajo ningún concepto del gobierno, con un claro sentido social, que han votado una gran parte de los catalanes en estas elecciones.
Es de dominio público la desconfianza que los catalanes tienen de los partidos, de su opaca financiación que les imponen oscuras servidumbres y de sus cúpulas, en general poco democráticas y a veces sospechosas de corrupción.
Los partidos tradicionales basados en la obediencia endogámica a sus “aparatos” no consiguen fortalecer el cordón umbilical con la sociedad por estimulante que sea el proyecto. Es hora de que los partidos hagan pública una autocrítica sobre esta crisis de identificación de los catalanes con sus políticos; al menos con los mayoritarios. Esta desafección lleva a mucha gente a no ir a votar, a votar nulo, en blanco o votar a formaciones que no han tenido nunca una posición relevante en el parlamento, pensando que tal vez lo hagan mejor que los que han ocupado las poltronas en el pasado (C’s, Cups, Si, PxC, etc).
La experiencia nos enseña que los partidos mayoritarios no están acostumbrados a pactar ni a negociar. En el rompecabezas en que se ha convertido el actual Parlament, no les quedará otra opción que aprender a ser generosos con la divergencia, con las visiones no partidistas y con la independencia de criterios. Si no aprenden rápidamente, los catalanes sufriremos mucho y ellos serán los responsables; no los únicos, pero si los principales. Si nuestros políticos no estuvieran a la altura pactista y dialogante de la que presumen, se constataría que lo de los tópicos (los catalanes son un pueblo acostumbrado al comercio y al pacto) es pura patraña, o bien que la comunidad catalana ha cambiado tanto que ya no se le pueden aplicar los tópicos de antaño.
Catalunya está ante un momento histórico. 
Artur Mas ha de configurar un gobierno que no sea cautivo de las exigencias ni de su partido ni de los partidos con los que tendrá que llegar a pactar y el resto de partidos mayoritarios tienen que estar disponibles y colaborar lealmente, pasando de las palabras y promesas a los hechos. A mojarse como se dice coloquialmente. Es muy fácil criticar las medidas que otros piensan y ejecutan, lo que es difícil es enfrentar los problemas reales y buscar las soluciones más adecuadas teniendo en cuenta todas las sensibilidades. Lo fácil es repartir cargos y prebendas, lo difícil es imaginar y poner en práctica ideas para facilitar el crecimiento y  generar recursos, recaudar eficientemente parte de ellos y redistribuirlos justamente.
La crisis social y económica del país exige en el caso catalán, plantear la consulta soberanista y recuperar la ilusión para tomar medidas que aseguren el crecimiento progresivo del bienestar. Lo primero es recuperar la confianza en los políticos que hemos elegido y esta sólo la conseguirán si están a la altura suficiente para practicar la política de servicio con eficiencia que necesita la sociedad catalana. El gobierno debe ser soberanista y esta posible soberanía si el pueblo de Catalunya así lo decide cuando se le consulte, deberá asentarse sobre bases sólidas que permitan el progreso social y permitan decidir hacia dónde dirigir este progreso.
©JAS2012

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