martes, 13 de noviembre de 2012

Los políticos son volubles

Las noticias que abren últimamente los telediarios y llenan páginas de los diarios me preocupan en gordo. Lo que se canta en el aria La donna è mobile, de la ópera Rigoletto de Giusseppe Verdi, está de plena actualidad. Basta con cambiar al sujeto de los versos de Victor Hugo por los “políticos” y verán ustedes …
El político es voluble, cual pluma al viento,
cambia de palabra y pensamiento. 
Siempre su amable, hermoso rostro, 
en llanto o risa, es engañoso. 
El político es voluble, cual pluma al viento, 
cambia de palabra y pensamiento. 
y de pensamiento, y de pensamiento. 
¡Siempre es desgraciado quien en el confía, 
quien le entrega, incauto el voto! 
¡Pero aún así, no se siente plenamente feliz 
quien de su pecho no beba amor! 
¡El político es voluble, cual pluma al viento, 
cambia de palabra y pensamiento 
y de pensamiento, y de pensamiento!


Cuando no interesa a las "clases dirigentes" (políticos, banqueros, jueces y su portavoz, los “medios de comunicación”), que se hable más de un tema, lanzan una espesa cortina de humo, de la cual sale un suceso inesperado que revuelve los sentimientos de la ciudadanía. El efecto es similar al que se produce cuando un mago saca el conejo de la chistera. Todo el mundo sabe que hay truco, pero su atención está cautiva de los últimos fuegos de artificio. 
No hace falta que les recuerde el último tema de moda: los desahucios y por extensión, la desobediencia civil en forma de negarse a pagar los servicios mejores o peores que más o menos subvenciona la cosa pública. Recordemos aquí algo que se olvida demasiado a menudo: la "cosa pública" la mantienen todos los "contribuyentes" que recordemos, no son todos los ciudadanos. Los servicios públicos de los que algunos se benefician mucho más que otros, los pagan los que son contribuyentes netos de la hacienda pública mediante los impuestos de todo tipo. 
Me gustaría que todo el que lea este escrito, hiciera un alto en la lectura, reflexionara y contestara por escrito las celdas vacías del cuadro siguiente:

Cuando “algunos” ciudadanos, sabiendo que incumplen la legalidad vigente o las normas sociales deciden:

Que hacen las empresas públicas o privadas que ven impagados los servicios que ofrecen o los productos que venden
Quien sale perjudicado
Quien sale beneficiado
Quien no pierde nada
No pagar los peajes de las autopistas...




No pagar los billetes del metro, autobuses y demás transportes...




No pagar la cesta de la compra en los supermercados...




No pagar el copago sanitario ni el € por receta...




No pagar la hipoteca...




No pagar el alquiler...




No pagar el IVA...




No pagar el IRPF...




No pagar luz,gas,agua, teléfono...





Cada uno habrá escrito sus respuestas, pero estoy casi seguro que convendrán conmigo que, salvo en el último caso, el que sale prácticamente siempre perjudicado es el ciudadano que respeta y cumple las leyes. Este es el que paga el coste de los productos y servicios que consumen los que no pagan, además del suyo propio.
Y los que no pagan en un "país de picaresca superlativa" como España son muchos más que los que realmente han caído en desgracia. Aquí al que defrauda se le llama listo e incluso está bien valorado o por lo menos tolerado por el resto de ciudadanos. En el límite del descaro es vox populi que en España paga el que no puede escabullirse. Así queda explicada la desconfianza que genera nuestro país en otros países, mercados y comunidades de costumbres y valores diferentes.
En un “estado de derecho”, el poder del Estado queda subordinado al orden jurídico vigente, creando así un ambiente de respeto absoluto del ser humano y del orden público. La mayoría está de acuerdo que el sistema político conocido como “democracia” es el menos malo de los sistemas conocidos. Si es así ¿por qué se incumplen tanto los principios democráticos? En todo caso, para mejorarlo, ¿por qué no se establecen los mecanismos adecuados para que la población tenga acceso a las decisiones del gobierno de manera independiente sin necesidad de formar parte de la administración pública o de un partido político?.
La “democracia participativa” parece una cosa deseable, pero ¿es viable en España?.
España es el país de la queja sin propuesta. Estamos siempre protestando, quejándonos, pidiendo, esperando que sea el estado el que nos facilite mejores condiciones de vida.
En el seno de las familias, son los padres los que deberían educar a los futuros ciudadanos. Lo que los jóvenes ven en casa es lo que más les influirá a la hora de comportarse en sociedad. El estado puede escolarizar, facilitar una igualdad de oportunidades para que cada joven pueda aprender más o menos, con mejores o peores medios, pero deben ser las familias las que en su seno y con su comportamiento y estilo de vida deben  enseñar los valores de honradez y ética. Para practicar y transmitir estos valores no es necesario esperar a tener una situación económica óptima. El estado es el reflejo de la sociedad, y la honradez se transmite de abajo hacia arriba, no al revés.
Los ciudadanos deben aprender a ser responsables, honestos y asertivos, defendiendo sus derechos y manifestando sus convicciones a los políticos. La obligación de los políticos es escuchar a los ciudadanos y buscar soluciones para los problemas sociales comunes e instar al gobierno para que adecue las leyes a las circunstancias sociales cambiantes. Si el gobierno sólo cambia leyes cuando se desatan campañas mediáticas generadoras de corrientes de opinión, protestas y huelgas y además lo hace para tapar agujeros de cara a la galería, de forma que no le resten votos y peligren sus poltronas, vamos mal. Actuando así se crea indefensión jurídica, se rompen las normas de convivencia de la sociedad y se genera un clima de injusticia.
Para gobernar bien los políticos deben tener autoridad moral y credibilidad. Actuando de forma voluble y cortoplacista pierden esta necesaria autoridad. No es ni democrático ni justo que las leyes se hagan o cambien dependiendo del número de manifestantes en una protesta, del número de minutos que sale una algarada en televisión o de cuantas páginas ocupa un suceso en diferentes medios escritos. Cuando se redacta una ley para regular un tema concreto, debería tenerse en cuenta el efecto de su aplicación sobre todos los ciudadanos implicados directa o indirectamente. Si no se hace así, aumenta la tan famosa picaresca española, los listillos proliferan y las personas responsables, justas y solidarias, dejan de serlo y se vuelven escépticas con la justicia y el cumplimiento de los compromisos, las leyes y las normas sociales. Cuando esto sucede la sociedad se fractura y nada puede funcionar adecuadamente, con lo que todos salimos perjudicados.
Ya sabemos que cuando uno debe 6000€ a un banco tiene un problema y que cuando le debe 6000 millones, el problema lo tiene el banco. Los bancos alemanes saben mucho de esto.

Cualquier solución que se plantee, no debe generar más injusticia que la que se trata de corregir. Tampoco debe trasladar la injusticia de unos ciudadanos a otros. En nuestra sociedad globalizada la mayoría de las cosas están interrelacionadas y hay que obrar muy sensatamente, estudiando los diferentes escenarios e implicaciones para encontrar la solución más justa para todos. ¡Para todos!, no solo para los que gritan o lloran. No seamos ilusos y nos olvidemos que también existen las lágrimas de cocodrilo. Crear inseguridad jurídica sería como hacerse trampas al solitario.
©JAS2012