miércoles, 4 de julio de 2012

¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?


¿Nos vuelve superficiales, o directamente estúpidos?. 
¿Nos hace más libres o nos esclaviza?
¿Google nos vigila?, ¿Nos controla?, ¿Nos manipula?
Cuando intentamos contestar a estas preguntas, se abre uno de los debates más importantes de nuestro tiempo mientras disfrutamos de las bondades de la Red.
¿Estamos sacrificando nuestra capacidad para leer y pensar con profundidad?
Nuestro cerebro cambia en respuesta a nuestras experiencias y la tecnología que usamos para encontrar, almacenar y compartir información puede literalmente alterar nuestros procesos neuronales. Además cada tecnología de la información conlleva una ética intelectual.
Así como el libro impreso servía para centrar nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Internet fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes. Su ética es una ética industrial que busca la velocidad y la eficiencia.
La red nos está reconfigurando a su propia imagen, volviéndonos más hábiles para anexar y ojear superficial y aceleradamente la información. Parece que nos podemos volver cada vez más listos simplemente porque tenemos la posibilidad de conectarnos a Internet a través de un ordenador o de un gadget electrónico y dejarnos llevar por un interminable carrusel de links.
Pero nos hemos parado a pensar ¿qué tipo de información buscamos?. ¿Encontramos rápidamente lo que buscamos o nos extraviamos por los vericuetos del ciberespacio y perdemos el tiempo viendo cosas que no ayudan en nada a conseguir nuestro objetivo inicial?.
Por contra, este proceder nos vuelve mucho menos capaces de concentrarnos, contemplar y reflexionar y por tanto mucho menos autónomos y totalmente dependientes de las máquinas. Si no nos ayudamos de nuestro gadget electrónico, casi no nos acordamos de escribir a mano, ni de calcular una simple operación aritmética, ni siquiera el teléfono de la persona con la que acordamos una cita. Por cierto ¿cuando y donde era esa cita? Necesito que mi gadget me ayude o, para ahorrarme tiempo, mejor llamo a mi amigo (aunque se lo haga perder a él) y le digo donde está para con la ayuda del GPS de mi gadget localizarle y llegar hasta donde me está esperando.
¿Dónde quedaron la habilidad y la responsabilidad de recordar los compromisos adquiridos?
Está claro que la técnica, per se, no es ni buena ni mala y los gadgets que fabrica tampoco. Todo depende del uso que se hace de ellos. Pero cuando llegamos al extremo de no poder prescindir de ellos ni un solo momento, como si de un apéndice nuestro se tratara, empieza a ser preocupante.
Esta dependencia tan grande de los ordenadores, gadgets y de la red… facilita que, alrededor de Internet, pululen una galaxia de empresas y servicios cada vez más numerosos y omnipresentes; los cuales  intentan acceder insistentemente a nuestro PC y a nuestra información personal, si no estamos muy alerta para impedírselo. Algunos directamente nos ofrecen guardar en la “nube” todos nuestros archivos con todo tipo de información personal.
Se nos hace creer que las redes sociales no existen sin nuestro trabajo, nuestras aportaciones y avatares, nuestras experiencias, nuestros comportamientos y nuestros factores humanos. Parece que sólo nosotros las retroalimentamos y las compartimos. ¿De verdad creéis que son un producto y una fuerza de la inteligencia de las masas?. 
En realidad sabéis ¿A quién pertenecen las redes sociales? ¿Quién las gobierna?
“¿Quién gobierna las cosas?” es una pregunta típica de la segunda ola de Alvin Toffler. Hasta la revolución industrial no hubo razones para formularla. Durante toda la historia han gobernado reyes o chamanes, señores de la guerra, dioses del sol o santos. Las gentes rara vez sentían la menor duda respecto a quién ejercía poder sobre ellas. El harapiento aldeano, al levantar la vista de los campos, veía el palacio o el monasterio destacarse, esplendorosos, en el horizonte. Todo el mundo sabía quién tenía el control. Pero allá donde llegó la segunda ola emergió una nueva clase de poder, difuso y sin rostro. Los que ostentaban el poder se convirtieron en anónimos. 
¿Quiénes eran “ellos”? 
Y ahora en la era digital, ¿quienes son ellos? ¿Los Señores de los petrodólares? (…)
El presidente D. Roosevelt citó en un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos de la América. “Los Estados Unidos esperan un mundo fundado sobre cuatro libertades esenciales: 
1 Freedom of speech and expression = Libertad de expresión. 
2 Freedom of worship = Libertad de culto o de creencia. 
3 Freedom from want = Libertad de vivir sin miseria. 
4 Freedom from fear = Libertad de vivir sin miedo. 
Ahora algunos incluirían una quinta: 
5 Freedom to connect = Libertad de conexión.
Claro que para que fuera efectiva y útil, en ella deberían confluir y convivir las anteriores cuatro libertades fundamentales. 
Pero ¿de qué sirve poderse conectar si hay censura, manipulación y los valores y derechos humanos están laminados, perseguidos y adulterados? Sin contar que nuestros dirigentes (en general producto de nuestra sociedad), parece que han olvidado el valor de la honestidad.
¿Os empieza a dar un poco de miedo este nuevo “orden” mundial? O tal vez, sois de los que han tirado la toalla y simplemente se dejan arrastrar por la corriente.
Vosotros tenéis la palabra.
©JAS2012